jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Viñas, Cuerpo a Cuerpo y Los dueños de la tierra.

1. Los dueños de la tierra.
Los dueños de la tierra es una obra funcional a la visión crítica que tiene Viñas sobre la literatura argentina: la violencia.
Su propia literatura es un ejemplo de sus aseveraciones como crítico. La literatura argentina empieza con una violación, y de ahí en más se caracteriza por representar problemas de violencia, de violencia social, política, ideológica.
El tema de la novela es la historia argentina, y esta historia se caracteriza por la violencia. Los tres primeros capítulos de la novela ya marcan una línea histórica, dan cuenta de una mirada crítica sobre una historia que se hace a base de matanzas, abusos, injusticias. Las fechas son 1892, 1917 y finalmente 1920, es todo un preludio. 1892 da cuenta de la etapa final de la conquista patagónica, la matanza de indios, animales, de cualquier cosa que impida la cría sistemática de ovejas, la expansión de la industria lanera. Se demuestra que los estancieros, los grandes propietarios, los que aparecen como respetables miembros de la sociedad, lograron su prosperidad gracias al asesinato.
Mediante Vicente Vera, el juez de Yrigoyen, Viñas muestra un mundo de confrontación en donde no hay lugar para la paz. Vicente Vera es el símbolo de la equidistancia, de la ecuanimidad, de la diplomacia, de todo aquello que no tiene nada que ver con la historia argentina. Vera sufre la desgracia de ser enviado a la Patagonia para ver las cosas de cerca, para tener que actuar en medio de la historia, y su fracaso, que es a la vez una crítica al liberalismo yrigoyenista, se debe a que no toma partido: está entre dos fuerzas, los estancieros y los obreros, y él busca lo imposible: la no confrontación. Es significativo que el convenio se firme en un teatro: todo eso era ficción. La verdad de la historia, de la historia argentina, es la violencia entre sectores, y uno no puede darse el lujo de ser neutral. Yuda, el personaje fuerte, es la que pone las cosas en su lugar. Le dice:

“Ser ecuánime es no estar con nadie. Es como estar suspendido en el aire…Esa equidistancia tuya es no vivir, Vicente”.

El personaje de Vicente está muy bien construido en este sentido. Vicente es, como le dice Yuda, a un partido de señoritos que tiran para un lado y para el otro. Toda la construcción de Vicente, hasta en los más mínimos detalles, alude a esta condición de equidistancia absurda, de no ser una cosa ni la otra, nunca puede decidirse. Por ejemplo, cuando está por entrar a hablar con los estancieros por segunda vez, le dice a Yuda que prefiere que lo espera en la plaza, pero a la vez quiere que suba con él. Al final Yuda tiene que subir, y tiene que subir para tomar partido, lo que él nunca puede hacer. Vicente siempre está como desdibujado, ambiguo, frente a una realidad que se le muestra definida: el comisario que critica la obra de France, el general Baralt, los estancieros. Vicente es e hombre que da trompadas en la facultad y que presta libros en el club, o un compadrito, es decir, alguien que habla de París en Buenos Aires y que se jacta de no saber francés en París. Toda su personalidad alude a esta indefinición, y esta misma indefinición es, a la vez, representante de su partido: la novela hace la crítica del radicalismo, un partido que no toma posición ante la violencia social, y por eso termina siendo utilizado y finalmente ninguneado.
Subyace a la novela toda una tesis sobre la violencia, sobre la violencia como hecho político. Podría leerse a la luz de artículos como “Para una crítica de la violencia”, de Benjamin, en Iluminaciones IV. Aquí Benjamin dice que la violencia es lo que funda, conserva y garantiza el derecho, que la violencia y la ley son las dos caras de la misma moneda. Haciéndose eco de Nietzsche, Benjamin dice que el Estado, lejos de abolir la violencia, lo que hace es ejercer el monopolio de la misma. La ley, es decir, los jueces, no pueden salirse de la ley del Estado. Esto es lo que le pasa a Vicente: si se pone del lado de los obreros, lo acusan de maximalista. En un momento Yuda le lee un fragmento de Anatole France que podría haber citado Benjamin, o Foucault: “Pues si yo juzgara contra la fuerza, mis sentencias no serían ejecutadas”. El juez no puede ponerse en contra del Estado, y de hecho Vicente no lo hace, elogia al ejército, confía en ellos. Pero no entiende que hacer esto es ponerse en contra de los obreros. Está en una encrucijada permanente, no sabe qué hacer. Entonces le pregunta a Yuda ¿qué hago?, y Yuda le dice: “Embanderarte”. Como dice Martín Khoan, la lección de Vicente es que la imparcialidad es imposible. Vicente tiene que aprender que está en un mundo de confrontaciones: el poder político, Yrigoyen, el económico, los estancieros, el de las armas de los militares. Todos pelean contra todos, y uno tiene que, como dice Yuda, embanderarse, porque buscar ese justo medio, esa ideal equidistancia, tiene como consecuencia el salir de la historia, el quedarse parado viendo cómo las cosas suceden: la realidad histórica es la violencia de la lucha de poderes, y la equidistancia es una ficción. La misma lógica de pensamiento de Vicente queda fuera de la realidad:

“Vicente justificaba el Ejército, el ejército a Hipólito Yrigoyen, Hipólito Yrigoyen a Vicente. Todos eran razonables, aliados, cautelosos y tranquilizadores”.

En cuanto a la violencia de esta literatura, es interesante el comentario de Aníbal Jarkowski en “El otro sur”. Al contrario del sur de Borges, que es un sur casi mítico, alejado de la historia, carente de referencias, el sur de Viñas es el sur político plagado de cadáveres, el de la violencia del poder. Y las consideraciones sobre el estilo: el lenguaje mismo hace referencia a la violencia; el contrapunto constante de los diálogos, la conformación de personajes tan funcionales, por sus características, al choque, los crispado de algunas frases, la sensación de que, como dice Kohan, se está escribiendo sobre algo que da bronca.

2. Cuerpo a cuerpo.
Cuerpo a cuerpo es una novela muy peculiar, que se caracteriza por afrontar el tema de la violencia, de la representación de la violencia, mediante una serie de recursos principalmente formales. Es una manera de exponer la violencia que consiste en violentar la lengua literaria, el estilo, las leyes de los géneros. Para hablar del tipo de representación de la violencia que hace Viñas en Cuerpo a cuerpo me parece interesante comentar algunas observaciones que hace Julio Ramos en Desencuentros de la modernidad. Julio Ramos lo que hace es leer los modos de representación de lo latinoamericano, y se pregunta qué es Latinoamérica, respondiéndose que Latinoamérica es, ante todo, un campo de lucha producido por una serie de discursos intelectuales, textos. De modo que América Latina es, ante todo, un concepto, no es un campo organizado que existe antes de las miradas que quieren representarlo. ¿A qué se debe esta importancia tan acentuada de la representación textual de la identidad americana? Se debe a la violencia histórica en tanto un elemento característico del espacio latinoamericano, un espacio traumático, desfigurado, conquistado, atacado continuamente. América Latina, debido a su violencia, es un cuerpo descoyuntado y descompuesto por la violencia histórica, un cuerpo enfermo que necesita un discurso que lo organice, que articule textualmente, en una totalidad, todos sus órganos que en la realidad están dispersos. Ante un espacio social quebrado, desarticulado, inmaduro, es necesario un discurso coherente que construya esta identidad como un todo concreto. Esto es lo que lee Julio Ramos en los textos de Martí, sobre todo Nuestra América. Martí, a la hora de hablar de América Latina, necesita servirse de una retórica impecable, definir un estilo coherente y abarcador capaz de juntar y articular las partes desmembradas del continente: necesita hacer el poema de la identidad latinoamericana. Se define así un discurso que habla de la identidad, es decir, de la totalidad: ante la violencia histórica que destruye el territorio latinoamericano cortándolo en pedazos, los textos lo que hacen es rearmar este cuerpo, representar la totalidad que la realidad destruye con la violencia. Si quisiéramos definir el tipo de representación que hace Viñas de la violencia histórica en Argentina, de la violencia estatal, bastaría con pensar que hace todo lo contrario. Aníbal Jarkowski, en su artículo sobre la novela (Sobreviviente de una guerra; enviando tarjetas postales), dice que Cuerpo a cuerpo expone un modelo narrativo que cuestiona los grandes relatos históricos o filosóficos que intentaron versiones sobre la totalidad de lo real. La experiencia trágica de la última dictadura militar hizo imposible una representación de la totalidad. Ante esto, Cuerpo a cuerpo usa como estrategias la fragmentación discursiva, el abandono de la mímesis representativa.
En lugar de hacer una novela de la totalidad, lo que hace es exponer el cuerpo quebrado, los fragmentos, los pedazos de un cuerpo, la historia argentina, tal como están, desmembrados y poco articulados, debido a la violencia política.
Lo que hace la violencia histórica con el cuerpo de la nación es lo que hace Viñas con el género de la novela.
El estilo de la composición, y el tipo de lenguaje que se usa, ya son, más allá del argumento, una serie de recursos formales que aluden a la violencia. La estructura misma de la novela, algo caótica, desordenada, llena de referencias difíciles de recuperar, las dificultades que presenta la lectura: todo esto da la idea de ese cuerpo descoyuntado por la violencia estatal que es la argentina de los años setenta, pero también la Argentina misma, ya que la novela alude a toda la historia de la literatura argentina a través de la biografía de Alejandro Clans Mendiburu, un teniente general. Ya en Facundo vemos que mediante la biografía de un personaje se propone una mirada crítica sobre la historia argentina. Como en Facundo, esta historia está signada por la violencia, y en este caso la violencia se representa sobre el lenguaje, sobre las convenciones del género novela. En cuanto al personaje entrevistado por Yantorno, Mendiburo, vemos que la historia de su vida remite a una multiplicidad de referencias culturales, la mayoría imprecisas. Jarkowski observa que esta tremenda demanda de competencia cultural que padece el lector es, junto a la compleja disposición de los capítulos y a lo crispado de la sintaxis, un factor restrictivo de lectura, hasta el punto de que la novela se vuelve ilegible, por momentos tan imposible de entender como lo que está pasando en Argentina. Los crispado del lenguaje es también una dificultad de lectura que alude a la violencia. En “Mirada y violación en la literatura argentina”, Viñas alude al lenguaje como un recurso de violencia, por ejemplo, las declinaciones del lenguaje popular, en Amalia, constituyen una violación lingüística de la norma académica. En el caso de Cuerpo a cuerpo lo que sucede es que se coloca al lenguaje fuera de la mímesis.. La sintaxis de la oralidad se abandona en beneficio de una estructuración cuasi-telegráfica mental, impronunciable, crispada, en donde predominan las construcciones nominales truncas y se experimenta en el límite de la cohesión discursiva.

-Mensaje, Goyo.
-Qué.
-Una carta.
-Díganle que todavía estoy en la arina.
-Qué cosa.
-En la harina. Las nubes. Una ballena tibia. Alguna gordinflona.



De modo que la ficción lo que hace es representar la beligerancia social y a la vez luchar contra ella. De hecho la novela está estructurada sobre toda clase de provocaciones: provocación ante todos los discursos del poder, sea este económico, político, cultural, estético.
Una de la manera de representación de la violencia está dada por los epígrafes. Los epígrafes construyen la historia argentina, y todos aluden a la violencia del poder: Luis de Miranda con el poema que cuenta el enfrentamiento de los españoles con los diaguitas,;Sarmiento, hablando de la necesidad de exterminar a os salvajes; Julio Roca felicitando a los soldados que se desempeñaron en la campaña del desierto; el poema de Kipling contra los negros; y finalmente el general Manuel Saint-Jean, en nombre de la dictadura, diciendo que van a matar a todos: los subversivos, los colaboradores, lo simpatizantes, los indiferentes y los tímidos. Estos epígrafes son, como la novela, una suma de fragmentos, fragmentos inconclusos, pero que si uno los junta, los lee críticamente, logra, a través de las partes, hacer una lectura de toda la historia argentina que se caracteriza por la violencia: desde la matanza de los indios hasta la de los subversivos.

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