jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: El niño proletario de Lamborguini.

El niño proletario, un texto del 73, incluido en Sebregondi retrocede, es un texto que se ubica explícitamente en el eje violencia en tanto una línea característica de la literatura argentina.
Si como dice Viñas la literatura argentina comienza con una violación, y luego no hace otra cosa que volver a escribir la escena del unitario violado por los federales, El niño proletario podría haber sido escrito para afirmar esta tesis.
Tanto a nivel de contenido como de lenguaje, está claro que el texto es fuertemente político, y que esta política, en el marco setentista, consiste en un factor denuncialista orientado a mostrar la lucha de clases. No es un niño proletario sino el niño proletario, es decir, el texto habla de un niño proletario arquetípico. Primero habla en general de manera explícita, dice lo que un niño proletario es, y después se centra en la figura de este personaje, que no deja de ser un símbolo de la generalidad, al punto que ni siquiera tiene voz y que se ajusta al cien por ciento con las características que el narrador le adjudica al proletariado en general.
Lo interesante es aquí lo que dice Gamerro en el Nacimiento de la literatura argentina: el texto de Lamborguini pone las cosas en su lugar. Textos como El matadero, el Facundo, o la Fiesta del monstruo en el siglo XIX, representan a una barbarie que, en tanto la masa popular, vendría a ejercer la violencia y el sadismo contra la civilización. Sin embargo, si uno observa la historia, lo común fue lo contrario: la civilización ultrajando, violando, exterminando a la barbarie. Por eso el texto pone las cosas en su lugar: aquí la violencia la ejerce la burguesía, una voz narradora ornamentada con toda una estética y un estilo de distinción, de bien decir, de poesía, en tanto que la víctima es el niño pobre que, en lugar de llevar libros bajo el brazo, lleva diarios para vender. Es significativo que el contexto social del texto sea el peronismo, el clima político de los setenta previo a la dictadura, una dictadura que, con su sistema de tortura sobre la clase obrera, parece consumar literalmente lo que el cuento anticipa de manera literaria, finamente literaria. En su artículo sobre El fiord, Nestor Pherlonguer lo cita a Germán García diciendo que, en la primera mitad de los setenta, “la onda” era la violencia política y la perversión sexual, esto último entendido como el principio de la circulación de cierto tipo de discurso psicoanalítico. Y se podría decir que estos elementos, la violencia política, el discurso de la sexualidad sin límites amparado en el psicoanálisis, le permiten a Lamborguini construir una literatura maldita: el malditismo de Lamborghini, a diferencia de Sade o Baudelaire, es claramente político. El mal de este malditismo es justamente la violencia política, la tradición literaria argentina. El mal es la clase burguesa explotando a la clase proletaria, el ejército reprimiendo a las masas populares. Y desde luego que esta violencia, más allá del contenido, se trabaja muy intensamente en la forma: la propuesta de Literal es una subversión del lenguaje, de las formas. El lenguaje se lleva al extremo de la violencia, de la significación, sobre todo demostrando que se puede decir de manera hermosa algo espantoso: esta es claramente un ataque al sentido común, una burla al sentido común. El hecho de que la violencia opere tanto sobre esta burla hace que los textos de Lamborghini tengan tantos elementos paródicos y alegóricos: hay un cuestionamiento que actúa a la vez en ambos planos que son el lenguaje mismo, la cultura oficial, la política. Si la literatura argentina es violencia, y esta violencia se desata en términos de civilización y barbarie, el niño proletario lo que hace es darle pleno sentido a esta conjunción, que en Sarmiento no estaba muy clara: la civilización es la barbarie porque es la violencia. Se trata de una escritura política que Lamborghini no oculta, sólo que explica su particularidad: en contra de la estética boedista, o de los obreros de Tuñón cayéndose del andamio, se trata de evitar hacer eso tan fácil que es decir “estoy en contra de la burguesía”, y llevar al límite el discurso de la burguesía, manifestar con este malditismo literario lo que la burguesía es.