jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Roberto Arlt y la modernidad.

La literatura de Arlt, autor considerado como el creador de la moderna novela urbana, es frecuentemente analizada como un nuevo tipo de estética y de temática que tiene que ver con el mundo de la gran ciudad, la alienación del individuo, la incorporación de escenarios y saberes tecnológicos, el expresionismo, la conformación de un campo literario opuesto al prestigioso, etc.
Sin descuidar estos matices, yo decidí hacer una lectura que entra en lo profundo de la cuestión de la modernidad, la modernidad en la amplitud de su concepto tal como lo define Berman Marshall en Todo lo sólido se desvanece en el aire. Resumidamente, para Marshall la modernidad es un proceso histórico que, básicamente, tiene que ver con una experiencia de la ciudad que incluye los nuevos modos de producción, la fe en el progreso, el imaginario tecnológico, los grandes descubrimientos de las ciencias, pero sobre todo la nueva experiencia de un sujeto urbano, convulsionado por todas estas experiencias. La década del veinte y del treinta son, en Buenos Aires, las de una modernidad periférica, tal como analiza Sarlo. Pero es interesante, siguiendo a Marshall, pensar la modernidad como un fenómeno que se constituye sobre una base de crisis constante que, a la vez que promete todo tipo de aventuras y transformaciones, amenaza con destruir todo lo que se tiene.
Frente a la incontrolable vorágine de construcción y destrucción simultánea y permanente, el sujeto que experimenta la modernidad es revolucionario y conservador a la vez; un hombre que, ante las nuevas experiencias, asume tanto un carácter vitalista como una sensación de angustia y de temor debido al nihilismo y a la desintegración del orden tradicional que estas nuevas experiencias producen. El sujeto moderno se caracteriza por la imposibilidad de captar y abarcar las potencialidades del mundo moderno sin entrar en lucha contra ellas en un juego que comprende tanto la fascinación como el aborrecimiento. Entrar en la modernidad es entrar en un mundo de tensiones y de contradicciones, de fascinación y rechazo simultáneos.
La mayoría de los personajes de Arlt podrían ser leídos desde esta óptica. Silvio Astier, por ejemplo, es un personaje que se caracteriza por un estado bipolar de optimismo y pesimismo, un estado de ánimo que pasa de la grandeza a la angustia: luego de intentar suicidarse, dice “y sin embargo, vida, eres linda”. Y aquí es donde entran en juego dos tópicos del universo arltiano: la angustia y la violencia. En Los lanzallamas la angustia se representa como un cilindro de acero entrando en la masa de su cráneo: de modo que vemos que la angustia es lo mismo que la violencia, en tanto algo generado por ella. El carácter urbano de esta angustia y de esta violencia es explícito: en el díptico arltiano la ciudad es un infierno o una cárcel, es la cuna de todos los males, y los sentimientos de angustia y de violencia se materializan, se expresan con metáforas e imágines tan materiales como los arcos voltaicos, las planchas de acero, o la zona de angustia:

‘Sobre el nivel de las ciudades, a dos metros de altura existe una zona de angustia’: “Esa zona de angustia, era la consecuencia del sufrimiento de los hombres y como una nube de gas venenoso se trasladaba pesadamente de un punto a otro, penetrando murallas y atravesando los edificios sin perder su forma plana y horizontal”.

La angustia y la violencia pueden entenderse como las consecuencias de este estado desquiciante: el sujeto urbano, convulsionado por estas contradicciones constantes, puede hundirse en ellas mediante la angustia o escapar de ellas mediante la violencia. Hay una oscilación constante entre ser una víctima de la ciudad, o ser su victimario: un oprimido de la vida puerca, o un superhombre que toma el poder mediante una sociedad secreta. Lo que no hay es escapatoria; ninguno se va al desierto como al menos alguna vez pudo hacer el buscador de oro: todos los personajes de Arlt están atravesados por la violencia urbana, y ante esta violencia se puede ejercer una violencia mayor o perecer, pero es imposible la indiferencia. Berman Marshall analiza estas contradicciones y turbulencias, propias del sujeto urbano, en Marx, Goethe, Rousseau, Baudelaire. Y yo diría que el personaje del Astrólogo sería una exasperación de este tipo de sujeto, una caricatura literaria de este hombre moderno: todas las tensiones de la modernidad confluyen en sus discursos, un discurso que, entre lo fascista y lo bolchevique, lo industrial y lo esotérico, lo libertario y lo opresor, finalmente derivan en una ensalada que ni dios entiende, y no es más que una promesa de vitalidad violenta que se le ofrece a los angustiados, a los pisoteados por la alienación urbana.
Esta crisis del sujeto es la columna vertebral de la obra de Arlt, y se representa en toda su amplitud, más allá de lo político o ideológico: se representa con una gravedad metafísica. De hecho la crítica vio en la literatura de Arlt un equivalente argentino del expresionismo alemán, un movimiento que se caracteriza por representar un espíritu inconformista mediante un individualismo exacerbado, más acorde a las exigencias de un mundo moderno que el impresionismo, o que el mero realismo naturalista en el que Arlt nunca pudo encasillarse. Una característica del expresionismo es que los acontecimientos son menos importantes que una intimidad caótica signada por la represión y la frustración. Esta exaltación del yo lírico nace de una necesidad: es una explosión del individuo ante el ahogo que siente su personalidad en el contexto de una modernidad deshumanizada. Oscar Masota, desde un criterio más existencialista, habla del malditismo: el personaje de Arlt la acción mala es el medio de salir de la angustia de la vida, se trata del asesinato de Rascolnicov que, para ser Napoleón, tiene que matar a una vieja usurera.
Simmel habla del urbanitas, en tanto un sujeto urbano que, ante la violencia de estímulos propia de la ciudad, termina caracterizándose por el “acrecentamiento de la vida nerviosa”, y su obsesión es la de “conservar su autonomía y la peculiaridad de su existencia frente a la prepotencia de la sociedad”. ¿Cómo se sale de esta prepotencia de la sociedad, de este conflicto? En Arlt, excéntrico, Sarlo dice que hay que matar a alguien o suicidarse, las dos opciones de Erdosain, finalmente cumplidas. Ante la crisis de todos los valores, el hombre angustiado de las ciudades no tiene otra escapatoria que la violencia: hay que suicidarse o hacer la revolución. También podríamos aquí hablar de la ensoñación violenta, estos sueños de destrucción, asociados al imaginario bélico de las guerras mundiales, que serían una vía de escape que encuentra el individuo ante la alienación social.
Sarlo dice que Arlt es un excéntrico porque su literatura mezcló lo que no se había mezclado antes: la novela del siglo XIX, el folletín, la poesía modernista y el decadentismo, la crónica periodística y los saberes técnicos. Es un concepto paradójico el de excentricidad, ya que podría ser excéntrico más bien el personaje de Don segundo sombra: Arlt sería un excéntrico por hacer lo más adecuado a su tiempo, es decir, ubicar a la literatura en la línea de la temática urbana en Buenos Aires, la gran ciudad.


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