jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Juan Martini y la serie negra.

El Agua en los pulmones (1973), y El Cerco (1977), de Juan Martini, se caracterizan por trabajar con los recursos de la novela negra, una derivación del clásico relato policial inglés. La serie negra fue revalorizada en la década del setenta por cuestiones sociales y políticas. Claudia Gilman analiza la política como un parámetro de legitimidad para la producción textual de la época: es ella la que le dará sentido a la producción cultural. La literatura empieza a concebirse como un recurso para cuestionar la realidad, para denunciar la violencia del poder e incluso para contribuir a la transformación de la sociedad. En este contexto, el policial clásico empieza a perder el sentido y se exploran nuevas formas que permiten incluir la cuestión social: la novela negra, que había tenido su origen en el hard boiled norteamericano. Si bien Martini no hace un uso estricto de estos recursos, Según Piglia, la novela negra introduce en el género una variante que toma como centro la motivación social: el crimen se convierte en un espejo de la sociedad. Mientras que en la novela clásica el crimen es un problema matemático, un juego intelectual resuelto por un racionalista, en la novela negra el crimen es el núcleo de la sociedad, aquello que determina las relaciones de poder entre los integrantes de la misma. La figura del detective, lejos de aquél inmaculado héroe racionalista que Borges y Bioy habían representado en un hombre que resolvía todo sentado en su silla, es en la serie negra un individuo que transita el espacio corrupto de la política y la economía de la sociedad capitalista, y no sólo puede ser incapaz de resolver un hecho sino que por momentos es superado por las circunstancias y se encuentra sin saber qué hacer. Simón Solís, el protagonista de El agua en los pulmones, se ve enredado en un episodio que involucra empresarios, matones, abogados y políticos. En un momento le dicen que no es más que un hombre solo que apenas puede romperse las uñas arañando la superficie de las cosas. Es uno más de los eslabones de una sociedad corrompida que solicita sus servicios a favor de ciertos intereses que terminan siendo el verdadero enigma de la trama: para quién trabaja, para qué lo están usando. Su peripecia en esta trama llena de intereses opuestos y corrupción es el núcleo de una novela que, a través de los recursos de la serie negra, representa una jungla social donde lo enigmático no es más que el modo en el que se desarrolla la corrupción entre los políticos, los empresarios y la policía.
Según Piglia, la policial inglesa presenta un enigma lógico que se resuelve mediante una secuencia igualmente lógica de análisis por parte de un intelectual, mientras que en la novela negra el único criterio es la práctica: el investigador se lanza ciegamente a los acontecimientos y su labor va a la par de los crímenes que se van produciendo. En efecto, Solís no sabe bien cuál es su misión al llegar a Rosario; sólo tiene que cumplir con instrucciones ambiguas, involucrarse en una serie de hechos misteriosos. En un momento le dice a Lina que a veces no sabe cuál es el próximo paso a seguir. La situación que lo envuelve se va aclarando paso a paso, mientras va descubriendo los hechos y mientras se suceden las muertes: las conflictivas relaciones entre un empresario, Iglesias, y su abogado, Ferrer, en el marco de un negocio con una empresa extranjera que requiere la corrupción política con un funcionario a la hora de adquirir terrenos dentro de un juego de alianzas y traiciones. Mediante la serie negra esta novela representa las relaciones de poder de la moderna sociedad capitalista cuyo único fundamente es el dinero. Según Piglia, hay en este género una retórica materialista que hace que el dinero, en su relación con la ley, tenga un papel protagónico: el negocio con la empresa Jefferson, las coimas a porteros y mozos, los asesinos a sueldo. Es un mundo donde los policías, lejos ya de ser los emisarios del bien, pueden ser más inmorales e inescrupulosos de los delincuentes, tal como el personaje de Vargas: un personaje de pasado marginal que pasó de una organización de juego clandestino a la policía, que trabaja por su cuenta gracias a una carrera debido a sus contactos con “rufianes, traficantes de droga, jugadores, rateros”. Una idéntica red entre empresarios, abogados y custodios policiales determina la trama de El Cerco. También aquí será la custodia legal de un empresario poderoso la responsable de la primera muerte: un hombre inocente, “un pobre tipo” que se acercó demasiado al poderoso empresario.
El dinero, base de las relaciones capitalistas, es quién legisla la moral y sostiene la ley: el poder del señor Stein deriva de su solvencia económica. Al contrario del policial clásico, en la serie negra el orden no se reestablece nunca. Según Ana María Amar Sánchez la serie negra, lejos de la cosmovisión burguesa de la serie clásica, pone su acento en la relación entre delito y sociedad: en este caso, los asesinatos de Ferrer y Vargas, a causa de intereses económicos, o el asesinato de Ferrero. La justicia es imposible porque la injusticia es constitutiva del sistema y del orden: el crimen es un producto social perpetrado por sus autoridades. Al contrario del dejo conservador del policial clásico, en donde el crimen se resuelve, el culpable se atrapa y se reestablece la confianza en el sistema, en la novela negra la cotidianeidad misma del orden es una pesadilla que precisa del crimen para sostenerse. En El Cerco hay un enigma que es aquello que amenaza el sólido mundo de un poderoso empresario: “El señor Stein, conmovido, sabe que la normalidad fue interrumpida, que el circuito se altera y de pronto se reestablece”. Sin embargo, la normalidad no será restablecida nunca: el enigma se hará cada vez más intenso hasta darnos la imagen de un hombre abatido, indefenso, esperando el desenlace. Tampoco en El Agua en los pulmones hay resoluciones, y el hecho de saber la verdad sólo le sirve a Solís para cobrar diez mil dólares por responder unas preguntas a una de las partes del conflicto, un conflicto en el que todos los personajes, empresarios, policías y políticos, están dispuestos a corromperse y transgredir la ley. En ambas novelas el dinero es la sustancia de una sociedad regida por relaciones arbitrarias de un poder que, para mantener sus intereses, recurre inevitablemente a la violencia. La filosofía de la vida del protagonista de El Cerco, que podría ser una metáfora del poder, puede resumirse en esta frase: “Vivo como quiero. Lo demás no me interesa”. Sin embargo será todo lo demás, es decir, el mundo que se agita más allá de su universo de edificios y custodios, aquello que empieza a perturbarlo, a atacar su poder mediante otro poder igualmente agresivo. Esta lucha de poderes, esta violencia que, según Sorel, es algo inevitable en la sociedad, y que sólo puede enfrentarse con más violencia, es el centro mismo del enigma: la violencia social representada por los recursos del policial negro. A través de estos recursos Martini reflexiona sobre la arbitrariedad del poder, sobre la violencia que subyace al mismo en el seno de la sociedad: el intruso le pregunta a Stein cuantos pordioseros maltratan sus hombres por día. Esta fortaleza de Stein (esta riqueza que le permite vivir como quiere, que le proporciona el lujo de ordenar a sus sirvientes que llenen de agua limpia una pileta en invierno), está sostenida por hombres armados que no vacilan en matar a “un pobre tipo” como Ferrero. Sin embargo, se trata de un poder que se ve desafiado por otro poder que parece dar la clave filosófica de la novela, el mensaje que de algún modo resuelve el enigma: “El poder, señor Stein, suele ser un acto de violencia”. Por su parte, el protagonista de El agua en los pulmones, que por momentos encarna la figura del hombre leal según el retrato del detective con honor definido por Chandler, también decide enfrentarse al poder al rechazar la oferta de Iglesias, trabajar por su cuenta, y comprometerse con la suerte de Mariano: sus actitudes le traen la tortura y lo convierten en una víctima.
En el contexto de la dictadura argentina, estas novelas, a la vez que representan la corrupción social en las sociedades capitalistas, puede sugerir tanto la posibilidad de morir por manos del poder, por parte de quienes se atreven a enfrentarlo, como la amenaza revolucionaria contra los detentores del poder económico, entre ellos los grandes empresarios burgueses.







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