jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Raúl Gonzáles Tuñón y la violencia revolucionaria.

Tuñón es un poeta que escribió durante toda su vida más de veinte libros y que presenta la faceta del vanguardista, el viajero, el internacionalista, el porteño, el político, el periodista, todas ellas cruzadas de algún modo, y muchas veces simultáneas. Si elijo, para cumplir con la propuesta del programa, el eje de la violencia, el libro Todos Bailan resulta ideal.
En la década del treinta aparece en la poética de Tuñón una violencia que es clasista, progresista e ideológica.
Quisiera comentar tres citas de Todos Bailan. Una es un verso del poema “Canción de un revolucionario chino” que dice: “Estoy alegre y manchado de sangre”. Otra es un verso del poema “Historia de veinte años” que dice: “Todavía Gandhi, el viejecito cretino, predica la desobediencia pasiva”. Y finalmente los dos últimos versos de Contra, que no está en Todos bailan por motivos judiciales, y dice:

“Yo arrojo este poema violento y quebrado
contra el rostro de la burguesía”.

Creo que en estos versos que cité está la clave: hay una violencia necesaria que nos hace pensar en autores como Sorel. Esta es una violencia humanitaria, casi filantrópica, porque termina con un mundo injusto, el mundo burgués, y construye el comunismo, el mundo obrero. Hay que celebrar la violencia, exaltarse ante una bomba que mata a la nobleza europea, atacar a los millonarios.
La poesía tiene que participar de este proceso histórico que se considera inevitable. La creencia y el optimismo de un futuro comunista es esencial, dentro del contexto histórico de Tuñón, para comprender esta violencia. Beatriz Sarlo, por ejemplo, dice que el fundamento de esta poesía radica en la certeza sobre la revolución y el convencimiento de que ya existe una patria para el socialismo. En La calle del agujero en la media ya se anuncia cierto tipo de deslizamiento que es un tránsito desde una poética popular, marginal, todavía con resabios modernistas y baudelaireanos, a una poética claramente ideológica y comprometida: de poemas como “Marionettes”, donde prevalece la forma de la canción, y puede haber todavía un yo lírico en primera persona, pasamos a poemas como el Blues de los pequeños deshollinadores, en donde los personajes marginales, vendedores, ladrones, tienen ya que convertirse en revolucionarios y confluir en una voz colectiva que es la de la clase: acá vemos la violencia clasista, la violencia de clase contra clase que aparece mucho en la revista Contra. Como dice Viñas: acá salimos de los puertos y de las cafeterías para ingresar en las trincheras. También dice Viñas que en este momento sucede un desplazamiento desde el yo al nosotros. En el prólogo a La rosa blindada Tuñón define un poco esta propuesta poética: dice que el poeta tiene que ser un revolucionario, que no puede ser neutral en los momentos de grandes transformaciones. De hecho hay muchos poemas, como todos los de La muerte en Madrid, que son versos escritos al pie de los acontecimientos, con una clara voluntar de intervención política e ideológica, lo cual influye en el estilo, por ejemplo cierto uso de metro popular, rimas, juicios de valor, un ritmo de himnos, alusiones a temas de la coyuntura actual, como el de los nueve negros. Es una poesía más adecuada para ser leída, tiene un tono oratorio que la hace apta para ser leída en voz alta en un contexto de lucha.
Hay que hacer poesía revolucionaria, y esto implica considerar que el poeta es un hombre de acción, que hace su arte con la vida y lo usa para transformar la vida. Es una mezcla de Marx y de Rimbaud. No se plantea que para esto tenga que haber una estética determinada, como podría ser el realismo socialista. El poeta revolucionario no tiene que descuidar la técnica. De hecho es interesante ver que pese a esta funcionalidad política, Tuñón en ningún momento abandona los recursos estéticos de sus primeros libros: lo que hace es ideologizarlos. La persistencia del personaje Juancito caminador puede ser una manera de observar esta cierta línea de continuidad, ya que atraviesa sus poesías. Y además establece los principios: en Todos Bailan dice “yo trabajo con toda la realidad”, y esto incluye el sueño, la esperanza, el inconsciente: se plantea una estética que va más allá de un realismo superficial.
Isabel Stratta, por ejemplo, dice que hay dos orientaciones en la poesía de Tuñón, una romántica y bohemia, y otra vanguardista, y que las dos se fusionan. A partir de Todos bailan esta fusión se ideologiza. Ya en sus primeros libros Tuñón había expresado la vida marginal arrabalera, el desacomodo del inmigrante, la denuncia a un sistema opresor. Trabaja, como Borges, en las orillas, es “el otro poeta del suburbio”. Pero como dice Viñas, Borges es con quien más coincide y con quien más polemiza. Para Borges las orillas es un espacio criollo, nostálgico y tradicional, mientras que para Tuñón es el lugar de la inmigración, de la injusticia de la ciudad, de la ilegalidad. Borges ilumina patios y Tuñón puertos. Estos marginales de las orillas son los que en Todos Bailan tendrán que ejercer la violencia contra el capitalismo, y se internacionalizan. El vitalismo de Tuñón, que ya estaba presente en Violín del diablo, se convierte en optimismo político: hay que seguir a la masa y plantear la revolución como la poesía misma, y la revolución es violenta. Todo tiene que ajustarse y comprometerse con esta violencia: las técnicas vanguardistas, el saber del viajero, la marginalidad popular y la vida de los poetas.

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