jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Los reventados de Jorge Asís.

Los Reventados es una novela que, si queremos pensarla dentro del eje de la violencia, hay que empezar diciendo que, en el contexto setentista, se ubica en un momento de violencia histórica que es la masacre de Ezeiza: lo que revientan son las contradicciones del peronismo. Para Verbitsky Ezeiza, el 20 de junio del 73, prefigura los años por venir, que son años de violencia. La palabra reventados se usa de muchas maneras, pero la primera de todas es la que connota violencia política: la novela empieza cuando revientan a Rucci, el líder de la CGT. Luego será la manera de referirse a una serie de personajes de carácter pícaro que viven en la ciudad como en la selva:

“A afilarse los dientes, Vitaca, a pedalear, a agarrarse bien fuerte de la liana que nosotros tenemos que vivir como Tarzán”.

La novela plantea un contexto social que es la lucha del más fuerte, personajes cínicos que dicen: hay que matar para que no me maten. Hay una frase que aparece siempre: “está bien, se salva”. Hay que hacer cualquier cosa para salvarse, y este salvarse a costa de todo es celebrado: está bien que una mujer, para salvarse, se case con cualquiera. Cito:

“La Esperpentita se metió con un ingeniero. Esta bien, se salva, que pague el pato el ingeniero ese, quién le mandó estudiar, que se joda”.


En una nota de Esteban Rodríguez de El Ojo Mocho en donde se habla del estilo crudo de este texto, el autor dice que el reviente no apela a una condición individual y extraordinaria sino a una situación colectiva. Es la sociedad misma la que revienta a la gente, la que la obliga a vivir en la ley de la selva, en el te mato o me matás. Para triunfar hay que traicionar, estafar, timar: el éxito, el poder, es una violencia contra el prójimo. Hay que vender fórmulas para ganar la lotería, cheques en blanco, hacerse amigo de escribanos muertos. La novela da cuenta de una sociedad que se mueve mediante el fraude. Un personaje clave es Desiderio. Vía política, por medio de la Cegeté, entró en Bienestar Social y lucró con las donaciones para las inundaciones de Santa Fe, desviando la mercadería para lucrar con ella, cambiaba leche condensada por leche en polvo, y que logró hacer entrar en el juego a todos los empleados que al final se peleaban por ver quién era el más guacho.
Sin embargo hay algunas tensiones: los personajes de la obra, estos pícaros, están diferenciados de la masa, por ejemplo la masa de Montoneros que le grita “comerciantes de mierda”. También se diferencian de personajes como Cachito, el hombre honesto, trabajador, que para ellos es el hombre idiota, débil, el que no está acostumbrado al pedal. Hay acá una tensión entre los pícaros y una sociedad a los que ellos ven así, así los describe Rocamora:

“Pero miralos, miralos a esta manga de imbéciles que nos rodea, infelices, pelotudos, por ejemplo acá, miralos bien, fijate y decime si no es para matarlos”.

De manera que se puede ver, en la novela, una contraposición entre los pícaros y la gente que ellos llaman los infelices, los pelotudos, los sentimentales, los idealistas. Es significativo cuando, en Ezeiza, ya desesperado por no vender nada, Willy se pregunta ¿qué quiere esta gente, qué hay que venderles?, y justo la masa está gritando: “La patria socialista”. Hay una contraposición entre el cinismo y la ley de la selva de estos personajes pícaros y una masa idealista. Y acá es donde se puede ver que una de la violencia del texto es la violencia de Asís contra la izquierda: Asís ataca tópicos, por empezar el del pueblo idealista, comprometido, noble. Y es extraño que la novela haya ganado el premio Casa de las Américas, en tanto que anticipa ese cuestionamiento de la izquierda, esa sátira de la izquierda: lejos de ser ese proletariado platónico que va a la revolución, los personajes de Asís, más cerca de Arlt que de Tuñón, son unos oportunistas que eligen estar con el que gane y, mientras tanto, al costado. Cuando empieza el tiroteo en Ezeiza, el negrito dice:

“los giles que se pelean por la patria peronista o la patria socialista. Una discusión de putas, hay que dejarlos, con el que gane me prendo”.

Es muy acertada la circunstancia histórica: en un momento de efervescencia social, de banderas socialistas y movilización patriótica, se destaca el lucro individualista al extremo: Rosqueta, personaje clave, que hace negocios con esta situación social (lanzar antes que nadie una publicación con las fotos de Ezeiza), y el hecho principal de la novela, la venta de cotillón político.

Es significativo que Asís le haya dedicado una novela a Haroldo Conti: Conti, en Mascaró, la misma época, hace una retrato del pueblo con personajes que, si bien sus pícaros, saben ponerse del lado de los buenos, de los justos, para luchar contra los injustos: hace literatura con los tópicos revolucionarios. En Asís lo que sobresale es el cinismo dentro de la ley de la selva, que podría entenderse como el capitalismo, sólo que aquí no se quiere superar, se acepta, los personajes acatan esta ley, es la única manera de triunfar y de vivir: lo demás es la estúpida clase trabajadora, la moral, el sentimentalismo.
La picaresca es un género que nació como parodia de los libros de caballerías o de la novela sentimental, y el personaje es el del antihéroe. Por esto es que Asís es leído como el pícaro de los setenta: es el anti-revolucionario, es decir, el contra-revolucionario, el que ya prefigura, en novelas como esta, al menemismo, la patria amoral de la especulación, del trepar a costa del otro. Y da golpes bajos porque sus novelas son populares, incluso tributarias de la literatura de Arlt, hasta del realismo socialista: los pícaros son gente de pueblo y la ley de la selva, la traición, la injusticia, está enfocada en ellos y no en los sectores clásicos de poder, como pasa con Operación Masacre, por ejemplo, en donde lo inmoral es la justicia, el Estado, y las víctimas los humildes.
Además de esta picaresca, que es funcional a un aparodia de los discursos dominantes del setenta, también se podría decir que hay en esta novela algo de sátira, en tanto la crítica a los tipos sociales, como los militantes de izquierda. Sin embargo, la sátira es un género que expresa indignación y tiene cierto fin moralizador: se exponen los defectos para denunciarlos. En Asís no está clara la intención moralizante, lo que sería mostrar a estos personajes para que vean lo malos que son. Por momentos uno siente que se muestran para burlarse de los justos: estos pícaros son la verdad, porque la vida es la ley de la selva, y todos los demás estarían por debajo de ellos, no son capaces de ver las cosas como son. Son aventureros que se lanzan a la vida demostrando el vacío de valores: de algún modo se comen al caníbal, luchan contra una sociedad hipócrita con la hipocresía, así como Sorel o Fanon dirían que hay que luchar contra la violencia con más violencia, tomar al toro por las astas. Horacio Gonzáles, en La figura literaria del reventado como teoría picaresca de la política, dice que la novela de Asís presenta una picaresca que postula que toda búsqueda del honor es una empresa simulada que enmascara un deseo de poder. Digamos que el deshonor del pícaro desenmascara el deshonor de la sociedad. Contra el discurso épica de una izquierda, se impone una picaresca del marginal oportunista. Si la épica izquierdista es falsa, entonces estos pícaros son personajes más auténticos, porque ellos no esconden la verdad: confiesan todo el tiempo que lo único que quieren es el éxito individual, son más auténticos que muchos líderes montoneros podríamos decir. Tienen algo nitzscheano, al acatar el poder como el hecho de la voluntad del más fuerte, o algo discepoleano, al decir que el que no afana es un gil: ellos son inmorales, pero con esa inmoralidad asumida se burlan de la falsa moral de toda una sociedad que no es mejor que ellos. En un momento Rocamora dice: todos estos idiotas hablan de suicidio pero acá el único que se va a pegar un tiro voy a ser yo. Y de hecho se suicida uno de ellos: en ellos, paradójicamente, hay algo auténtico, la autenticidad del que acepta la ley de la selva, al contrario del idealismo izquierdista, propia de la época, que a partir de acá será sistemáticamente atacada por Asís, tanto desde su lugar de escritor como desde su lugar de embajador menemista.

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