jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Fin de fiesta de Beatriz Guido.

La novela Fin de fiesta es una de las primeras en tratar el problema del peronismo, y lo hace de una manera interesante y polémica. En principio, se inscribe, aunque con muchas tensiones y distancias, en una estética realista que está muy asociada al contexto cultural, que es el grupo Contorno de los hermanos Viñas, una publicación que propone pensar la literatura a la luz de la política, que incorpora las discusiones de Luckach y Bretch, que manifiesta un deseo de intervenir, de actuar, como más concretamente pretendía Walsh con Operación Masacre. La novela es del 58, después del golpe de Estado que desplazó a Perón. En este momento Walsh está con Operación Masacre, de modo que vemos que hay un contexto político y cultural que apuesta a fundir literatura y política, o ingresar en la literatura personajes de la política: Walsh lo hace con los sobrevivientes de los fusilamientos, y Beatriz Guido, de algún modo, con Braceritas y Guastavino, que aluden a Alberto Barceló y Juan Ruggiero, intendente de Avellanada y su matón en los años treinta, así como la presencia de Lisandro de la Torre. La historia sucede unos treinta años antes, pero esa época pasada, que es una época infame, se toma como clave para entender el presente, lo cual es otro rasgo asociado con contorno, con el historicismo de contorno que, permanentemente, hace y revisa lecturas del pasado para iluminar el presente.
Al contrario de Operación Masacre, que fue ubicada en la crítica en el género no ficción, Fin de fiesta es una apuesta más clásicamente literaria, digamos que logra incorporar la denuncia, el tema político, en los marcos de una novela que incluso permite lecturas no políticas: así como Operación Masacre se puede leer como una novela policial, Fin de fiesta se podría leer como una historia de amor entre Adolfo y Mariana. Sin embargo, lo político es también estructural, y la novela ofrece todos los elementos necesarios para hacer una lectura política y, con respecto al eje de la materia, vemos que la violencia puede ser estructurante. Desde el mismo epígrafe la novela plantea una lectura de la historia argentina caracterizado por la violencia política: la muerte de Facundo, el gobierno infame y matón de los conservadores, y la emergencia del peronismo. David Viñas, haciendo una de estas lecturas políticas de la cultura, dice que la literatura argentina empieza con una violación, y la novela de Beatriz Guido también: una violación imaginaria, pero que no obstante funciona como una violación literal, y produce un castigo. La violencia en Fin de fiesta es compleja y plural: hay una violencia psicológica, una violencia en el cuerpo, en el discurso, y en la manera misma de hacer las cosas. Pero sobre todo está asociada a la política, y por eso un personaje como Guastavino, que es un matón de comité, es central: la violencia es lo que sostiene la política, es el medio. Y aquí quisiera leer una cita que es una frase de Adolfo, una reflexión que hace Adolfo durante su aprendizaje de la mano de ese Virgilio de la política argentina que es Guastavino:

“Debían responder a una estructura de guapos, si querían ser hombres de partido. La piedad, la cobardía y la misericordia no entraban en sus planes”.

De hecho, la novela está atravesada por estos hechos violentos que son “cosas de la política”, como se explican muchas veces. Los simulacros de fusilamiento, las golpizas, como la que le dan a Urtubey, el asesinato del senador en el senado, el asesinato de Guastavino y la trompada que le da el abuelo a Adolfo por acusarlo, las protestas estudiantiles en Santa Fe, cuando Adolfo se infiltra en la política universitaria de izquierda. Y también la articulación de esta violencia específica con niveles más amplios y más simples. Más amplios: la fortuna de Braseritas está fundada en el crimen: su bisabuelo había participado en la campaña del desierto coleccionando orejas de indios. Como en Los dueños de la tierra, la novela denuncia que este poder económico y político está basado sobre la violencia, sobre la apropiación ilegítima de sus propiedades, el asesinato, así como el gobierno conservador se basa en los matones. Cuando hablaba los niveles más simples de la violencia pensaba en una serie de hechos aparentemente menores, pero que condensan también toda esta simbología, la acompañan: por ejemplo la pelea de gallos, que es la manera de divertirse. En esta simple pelea de gallos podría condensarse toda la novela: la política argentina, y la historia argentina, es una pelea de gallos en donde diferentes facciones no hacen más que matarse por el poder. También podemos hablar de la violencia de género, y detenernos en la relación de Guastavino con la francesa que representa un tópico de la novela: la violencia sexual sobre la mujer, la mujer como un cuerpo que se usa. La política misma está asociada a la prostitución, a personajes que están en el negocio de los prostíbulos: parece que hay una foto de Gardel con el auténtico Braseritas.
De modo que la violencia es de hecho lo que articula las distintas series de la novela: la histórica, la política de la década infame, la familiar, la tesis sobre el peronismo. Todas estas series están unidas y articuladas por al violencia: la historia argentina es violenta, la familia de Braseras es violenta, el gobierno conservador es violento, y el peronismo también.
La mirada de la novela sobre el peronismo, en principio es un tanto desconcertante. Dentro del gorilismo, tenemos la lectura de que la novela propone a Perón como el heredero de la década infame, de esta política conservadora de Braseras: la violencia, el autoritarismo, el fraude, el falso populismo. Pero también tiene peso la interpretación de que el peronismo es el fin de la fiesta oligárquica: aquí el libro no sería tan gorila. Pero es una lectura posible, que bien hace Alvaro Abos: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=212127
En cualquiera de los dos casos, la novela sigue siendo una ficción que toma como temas los temas de la política, que se propone hacer pensar al lector sobre la política, influenciarlo, presentar un punto de vista movilizador. La novela, como el número que saca Contorno en el 55, participa en este debate sobre el peronismo que sería el qué es esto: hay una búsqueda, un intento de definir este fenómeno que cambió para siempre la política argentina. Carmen Perili dice que Beatriz Guido forma parte de un grupo de escritores a los que les cabe la calificación de sociólogos del imaginario social de una época. Otras novelas de Beatriz Guido como El incendio y las vísperas (1964), son más explícitas, aquí por ejemplo se plantea la violencia del primer gobierno peronista, de modo que el gorilismo de Fin de fiesta tiene más que ver con el gorilismo de la autora. Pero la novela, en sí misma, es más ambigua, o podría decirse más amplia: sin dejar de ser una tesis sobre el peronismo, es una tesis sobre la historia argentina, sobre la violencia de la política argentina como una fatalidad que atraviesa toda la historia, que se resume en esa frase que dice Adolfo en el último capítulo:

-Todo vuelve a empezar –dije en voz baja a Mariana-. Estamos condenados. Todo comienza nuevamente.






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