jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes sobre literatura argentina y violencia: Operación Masacre de Rodolfo Wash.

Rodolfo Walsh es un autor ideal para el eje violencia. Ya en el prólogo de Operación Masacre dice “la violencia me ha manchado las paredes”, y también le ha condicionado y definido el tipo de escritura, que va desde el cuento policial hasta el periodismo y la no ficción: todo ello al servicio de una literatura que, en un contexto de violencia social, pretende ser, como le dice a Piglia en una entrevista, subversiva, denunciante, actuante.

En Operación Masacre la literatura es un recurso efectivo para representar y denunciar la violencia del estado y, por consiguiente, para explicar y hasta legitimar la respuesta igualmente violenta por parte de los sectores opositores al statu-quo.

En “Para una crítica de la violencia”, Benjamín afirma que aquello que funda y caracteriza al Estado es la violencia. El Estado, lejos de abolir la violencia, lo que hace es ejercer el monopolio de la misma: utilizarla para sus propios fines. La violencia es lo que mantiene en el poder al Estado, y el estado debe ejercerla para garantizar su poderío. En Operación Masacre se narra y se denuncia a un Estado que ejerce la violencia sobre un grupo de ciudadanos en el momento de un levantamiento contra el gobierno.

(El 9 de junio de 1956, una comisión de la policía de la provincia de Buenos Aires, a las órdenes directas de su jefe, el teniente coronel Desiderio Fernández Suárez, antes de que el gobierno de facto de Aramburu promulgara la ley marcial, llevó a cabo un allanamiento en una casa del barrio de Florida –Hipólito Yrigoyen 4519- deteniendo a un grupo de civiles bajo la acusación de estar implicados en el levantamiento del general Valle).

Esta violencia se considera injusta, ilegal, carente de fundamento e innecesaria. Sin embargo, a lo largo de las ediciones de Operación Masacre, Walsh agrega una serie de prólogos, introducciones, epílogos, desde el 57 hasta el 72, donde escribe su biografía intelectual y su evaluación de los resultados de su libro. Si bien en un principio confiaba en la actuación de su libro, y creía en él, ya en el apéndice del 57 considera que es una ingenuidad esperar la justicia, las explicaciones del gobierno o la reparación de los hechos. La democracia, y la reparación son ilusiones: Aramburu ascendió a Fernández Suárez y “dentro del sistema no hay justicia”. Parece constatarse la premisa de Benjamin de que la violencia es el derecho del Estado y que es inútil pretender, por parte del mismo Estado, la justicia: en este sentido Walsh argumentará que el terrorista de abajo que pone una bomba (por ejemplo Marcelo) es la respuesta lógica al terrorismo de arriba, que aplica la picana. En ambos casos, la violencia es lo que prevalece: sea desde el terrorismo de Estado o desde el terrorismo subversivo.

Entonces Operación Masacre toma una posición: la denuncia, por parte del intelectual crítico solidarizado con los sectores populares, hacia la violencia represiva del Estado. Walsh encarna la figura del intelectual crítico, comprometido.
Para cumplir con este objetivo la literatura se convierte en un arma de combate mediante varios recursos: el periodismo de investigación (que o es neutral ni objetivo como el clásico, esto se le escapa a Amar Sanchez), la no ficción, el género policial. Según Aníbal Ford, la cara herida de Livraga es el hecho concreto, la argentina real, y en Operación Masacre la literatura se desacraliza, deja de ser un espacio mitologizado y respetuoso a la manera borgeana. La autoreferencialidad de la literatura se bastardea al convertirse en una crítica al sistema y a la realidad imperante. Uno de los recursos es el periodismo: Operación Masacre desdibuja la línea que separa periodismo y literatura. La reconstrucción de los hechos, el hacer saber, es una manera de actuar sobre la realidad, de denunciarla, de poner al escritor en el lugar del juez. De las invenciones, los arquetipos, y las convenciones de la literatura, saltamos a la crónica, la documentación, el análisis de la realidad política y la participación activa en los conflictos. Según Lafforgue el uso del periodismo es tan radical que Operación Masacre, en la línea de la tradición sarmientina, es un género híbrido que resulta en una obra renovadora que violenta los esquemas establecidos mediante la incorporación de varios discursos: la noticia, el retrato, la biografía.
En Operación Masacre la investigación periodística es un punto de partida para la narración de hechos reales mediante procedimientos ficcionales. Según Amar Sánchez el libro parte de una selección de notas periodísticas (en “Propósitos”, “Mayoría”, “Revolución nacional”), que se organizan luego con procedimientos literarios. El periodismo de investigación, que procura obtener una información que se quiere mantener oculta, deviene en un recurso eficaz para una literatura de denuncia que utiliza la non-ficción. Esta impronta periodística se ficcionaliza mediante la construcción de un narrador, la primera persona, las descripciones, la interioridad de los personajes, pero se conserva de ella lo que sirve de argumento y denuncia.

Así como los recursos del periodista se llevan a la literatura, hay recursos literarios que se llevan a la política: la literatura policial. Si bien Operación Masacre no sigue ningún modelo clásico del policial, aunque podrían tomarse muchos elementos de la novela negra, hay técnicas del género policial que se utilizan para darle eficacia a la narración. Hay una politización de ciertas estrategias del género policial tales como el suspenso narrativo, la reconstrucción de un hecho mediante la saturación de pruebas, la persecución de un culpable, las interrogaciones, los enigmas, la suspensión de las informaciones. La distancia con respecto al policial, o la novedad, sería el hecho de que la historia de la investigación, relatada en los paratextos, no forma parte del cuerpo central de la novela. Así y todo, el narrador es una especie de detective subversivo que, tal como afirma Viñas en “R. W. el ajedrez y la guerra”, deja atrás el acertijo para comentar la represión: en la literatura de Walsh no hay un asesino solitario sino que el Estado mismo es el asesino que mata mediante la fuerza militar. El detective es entonces el narrador periodista: la policía cometió un crimen y el aparato judicial se encarga de encubrirlo. Como dice Gamerro: en el centro del género ya no está la razón del detective analítico sino en las redes de solidaridad del ciudadano común. Ángel Rama (“R.W. La narrativa en el conflicto de las culturas”) dice que se trata de un policial para pobres, un texto que se basa en el “drama policial” que tiene su antecedente en Juan Moreira. Todo esto incorporando, a la vez, las características de la serie negra, en donde la trama lo que hace es revelar las relaciones entre el poder y el dinero, los mecanismos oscuros de la justicia, las mafias y los intereses políticos y económicos. Amar Sánchez también destaca que en estos textos, al contrario de la vertiente policial clásica, no hay un regreso a un orden quebrado por la injusticia: el orden mismo es la injusticia, es una pesadilla ante la cual no hay protección.

1 comentario:

Loli dijo...

Esta interesante tu tratado Ale y hay coincidencias asombrosas. Pero, existen las coincidencias despues de todo?

Tengo muchas ganas de leer 1984, yo solo me quede con Animal Farm. Se lo he propuesto como lectura complementaria a mis alumnos de ingles pero no hay consenso aun.

Quizas emprendamos con otra cosa mas simple, algo asi como The lion, the witch and the wardrobe de Lewis o The sorcerers stone de Rowling.

En fin, dios dira. Uno planifica y al final las contigencias se desvian o fluyen por otros senderos.

un saludo.