En palabras de Eduardo Romano, la poesía de Nicolás Olivari representa una síntesis superadora del conflicto artepurismo / arte social que dividía a los poetas de las primeras décadas en siglo XX[1]. Resulta imposible catalogar a Olivari, tanto como a Arlt, en la aninomia Boedo-Florida, pero ambos coinciden en el golpe violento contra las formas convencionales de la literatura: así como señala Jorge Rivera[2], al narrativo “cross en la mandíbula” de la escritura arlteana se le suma el “knoch-out” lírico de Olivari.
Para dar este golpe, la obra de Olivari suscita una serie de alteraciones tanto formales como temáticas que, ostentando una agresión explícita, impactan contra las tendencias literarias de su tiempo. El modernismo preciosista de Darío, el moralismo de Gálvez, la sensibilidad de Nervo o el sentimentalismo de Carriego: la poesía de “La musa de la mala pata” y “El gato escaldado”[3] les lanza a todos su golpe de violencia. Así, vemos cómo la danza de Salomé, la misma princesa idumea que invocaba Rubén Darío desde su timidez de niño para representar el amor de una dulce niña que miraba como el alba pura, se transforma en “La musa de la mala pata” en la “suma miseria” de una hambrienta mujer de senos tristes y “carnes miserables”, perteneciente a una “larvada raza”. En este sentido, una “literatura grasa” de Olivari recurre sistemáticamente a una suma de alteraciones temáticas y formales que critican a una “literatura bien” de los “libros de versos peinaditos”[4] que escriben los autores académicos. En el plano de lo temático, resulta fundamental destacar la presencia preponderante de la enfermedad a modo de insalubre oriflama contra todo preciosismo poético: abundan en los poemas de Olivari la hipocondría, el asma, el cáncer, la ataxia, la tuberculosis, el reumatismo, la tisis, la arterioesclorosis, la neuralgia y la sífilis.
Esta temática desagradable de la enfermedad, carente de toda compasión y sentimentalismo, convive en un universo poético en donde prevalecen los bajos fondos del suburbio, las prostitutas, los charcos y el asfalto, el hospital, las “huecas tabernas” también vistas en el “cinema del arrabal”, el “cuchitril” de las humildes parejas, el cabaret de luces bajas donde se oyen las letras de los tangos –que en ocasiones se transcriben-, y espacios urbanos como el “tudesco oasis de la plaza del Once” en la capital de Buenos Aires, ciudad retratada por Olivari en su modernidad y paralelo envilecimiento.
La carencia de sentimentalismo de Olivari se contrapone y a veces parodia explícitamente la poética de Evaristo Carriego: si bien Olivari comparte con Carriego la presencia de los personajes de la urbe, no comparte para nada la mirada compasiva y sentimental que adopta este último cuando representa las penurias de la gente. En “La queja”[5], Carriego se apiada y lamenta la suerte de una mujer que ha caído en las miserias de la mala vida; una mujer “linda, joven y alegre”, cuyo final, sola y enferma en la cama de su cuarto, es exaltado por la voz poética con un tono conmovido. Lamentando siempre “la silla que nadie ocupa”, la lírica de Carriego se caracteriza por una sensibilidad proclive al sentimentalismo. Por el contrario, los poemas de Olivari no sólo carecen de sentimentalismo sino que abundan en comentarios sarcásticos e incluso cínicos, dotados de una insensibilidad considerable, y llegando al extremo de recomendar la prostitución a las mujeres; el consejo a una dactilógrafa es “entrégate a un burgués”. Mientras Carriego se compadece de su costurera o de su francesita de Palermo, Olivari animaliza a su dactilógrafa y se refiere a su drama socarronamente:
“Esta pobre nena descuajeringada,
con sus ancas sutiles de alfiler,
tiene el alma tumefacta y rezagada”
Visión desacralizada de la mujer, una alteración temática de Olivari que hace cuerpo común con ciertos aspectos de la poesía de Oliverio Girondo. Así como en Girondo, la alteración temática de Olivari ejerce la desacralización de los más sublimes tópicos: la mujer se animaliza, la religión se mundaniza entre abiertas blasfemias hacia las jaculatorias, y las figuras históricas se ridiculizan (“se ha hecho caca” el General Lavalle). Esta alteración temática, en su constante puesta en escena de lo feo, abandona el suspiro y toma como eje a la tos: la “bárbara” y “cavernosa” tos recorre la obra de Olivari en una voz poética ictericia que saluda a François Villon y vuelve “canalla y cazurra” una copla de Manrique. El feísmo de la alteración temática se corresponde asimismo a un feísmo llevado a cabo análogamente en el plano formal.
En el plano formal, la alteración se hace explicita en su intención de afear el léxico. De este modo, “cara a cara con la llaga”, la imaginación de Olivari deposita en sus poemas palabras como las siguientes: estertor, fideos, flatos, menopausia, batracio, gárgara, orinales, ronquido, pobretería, atorrante, pis, fideo, peringundín, cucaracha, ano, puteadas, pedo, escupida, salchichón.
Con respecto al estilo, en el ya referido prólogo a “El gato escaldado”, Olviari se jacta de haber escrito el primer poema sin metro, escala ni medida. El verso libre, la rima interna o la rima irónica (azules-tules), y la caprichosa disposición y extensión irregular de las estrofas, caracterizan un estilo poético siempre desafiante a los cánones académicos. Buen ejemplo es el poema “La rezagada” en “El gato escaldado” donde se observan alternancias entre estrofas rimadas y estrofas sin rima, entre estrofa de dos versos y estrofas de seis versos, entre versos largos y versos cortos, todo lo cual ofrece en conjunto un poema dotado de un ritmo irregular y de una disposición métrica que en ocasiones se vuelve azarosa.
Sumadas a todas estas cualidades, resta decir que el prosaísmo, el sainete, la oralidad, lo grotesco y la parodia, comportan una suma de elementos que alteran formal y temáticamente todos los convencionalismos literarios. El resultado es la conformación de una voz poética de motín que hace de su misma negación crítica hacia las convenciones la materia constitutiva de su originalidad.
[1]Romano, Eduardo, Transgresión y grotesco en la poesía de Nicolás Olivari, en “Las huellas de la imaginación”.
[2]Rivera, B. Jorge, “Roberto Arlt: Los siete locos”, Hachette, Buenos Aires.
[3]Olivari, Nicolás, “La musa de la mala pata-El gato escaldado”, Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1992.
[4]Olivari, Nicolás, prólogo a “El gato Escaldado”, Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1966.
[5]Carriego, Evaristo, “La canción del barrio”, editorial Biblos, Buenos Aires, 1985.
En el plano formal, la alteración se hace explicita en su intención de afear el léxico. De este modo, “cara a cara con la llaga”, la imaginación de Olivari deposita en sus poemas palabras como las siguientes: estertor, fideos, flatos, menopausia, batracio, gárgara, orinales, ronquido, pobretería, atorrante, pis, fideo, peringundín, cucaracha, ano, puteadas, pedo, escupida, salchichón.
Con respecto al estilo, en el ya referido prólogo a “El gato escaldado”, Olviari se jacta de haber escrito el primer poema sin metro, escala ni medida. El verso libre, la rima interna o la rima irónica (azules-tules), y la caprichosa disposición y extensión irregular de las estrofas, caracterizan un estilo poético siempre desafiante a los cánones académicos. Buen ejemplo es el poema “La rezagada” en “El gato escaldado” donde se observan alternancias entre estrofas rimadas y estrofas sin rima, entre estrofa de dos versos y estrofas de seis versos, entre versos largos y versos cortos, todo lo cual ofrece en conjunto un poema dotado de un ritmo irregular y de una disposición métrica que en ocasiones se vuelve azarosa.
Sumadas a todas estas cualidades, resta decir que el prosaísmo, el sainete, la oralidad, lo grotesco y la parodia, comportan una suma de elementos que alteran formal y temáticamente todos los convencionalismos literarios. El resultado es la conformación de una voz poética de motín que hace de su misma negación crítica hacia las convenciones la materia constitutiva de su originalidad.
[1]Romano, Eduardo, Transgresión y grotesco en la poesía de Nicolás Olivari, en “Las huellas de la imaginación”.
[2]Rivera, B. Jorge, “Roberto Arlt: Los siete locos”, Hachette, Buenos Aires.
[3]Olivari, Nicolás, “La musa de la mala pata-El gato escaldado”, Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1992.
[4]Olivari, Nicolás, prólogo a “El gato Escaldado”, Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1966.
[5]Carriego, Evaristo, “La canción del barrio”, editorial Biblos, Buenos Aires, 1985.
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