Lo central es el orden y lo periférico la discordia, la mirada crítica, marginal, extrañada, con respecto a la ley. En Y Retiemble en sus Centros la Tierra y en Amuleto hay un juego de oposición, atracción, rechazo, entre lo central y lo periférico, lo oficial y lo marginal. Los protagonistas principales de ambas novelas coinciden en un rasgo: el carácter periférico -desordenado- de su situación en ardua convivencia con la centralidad -el orden-. En los dos hay una circunstancia, un motivo, que los sitúa al margen. En Juan Manuel Barrientos se trata de la ebriedad, la jubilación, la angustia existencial; en Auxilio Lacouture su condición política de exiliada. Ambos tienen problemas con la ley, con la autoridad. Juan Manuel Barrientos es víctima de la policía, lo asaltan, lo dejan sin dinero deambulando por las calles; más obvio es el conflicto de Auxilio Lacouture, quién debe ocultarse de los militares, circunstancia crucial para su vida.
Auxilio es una figura mítica; como Ulises, en el canto V de la Odisea, oye contar sus “aventuras” a la gente, su historia en el lavabo de la cuarta planta de la Facultad de Filosofía y Letras, y se llama a sí misma la madre de todos los poetas. La circunstancia que define el simbolismo de su persona es un hecho político, vinculado a la dictadura militar -la derecha-, y Auxilio, oculta, indocumentada, pertenece a la izquierda. Recorredora de zonas bajas de la ciudad, sin hogar preciso, habitando casas de amigos, cuartos de azotea, instituciones públicas, relacionada con escritores de compromisos revolucionarios, como Arturo Belano, Lacouture ocupa un lugar periférico en la historia y la ciudad que determina su personalidad. Las circunstancias de Barrientos son diferentes. Académico de prestigio, políticamente descomprometido, con un gran cuidado estético de su persona, no sale nunca del centro de la ciudad de México. El Zócalo es el lugar en torno al cual realiza su trayecto. El Zócalo comprende en su entorno la Catedral, el Palacio Municipal, la institución académica; paradigma del orden, “el centro del centro”, es el ámbito clave por donde se mueve Barrientos. Sin embargo, su condición de ebriedad y su angustia lo convierte, al igual que Auxilio, en un personaje periférico, entrando en una dialéctica constante con la centralidad, un juego de atracción y de rechazo que a veces llega a la total antagonía: Barrientos desnudo y herido frente a la grandeza del Zócalo, presa de la “chingada”, junto a un delincuente, “barrido”, limpiado por los municipales, desposeído de sus pertenencias -la petaca de plata- por un soldado. Así, tanto Barrientos como Lacouture, poseen una mirada que está en tensión con el centro. En el caso de Lacouture, su andar en la ciudad se representa en el capítulo VII y XVIII, cuando acompaña a Belano y a Epifanio a Colonia Guerrero a buscar al “Rey de los Putos”, entrando de lleno a la zona marginal de la ciudad, con una navaja, enredándose en las “guerras floridas” con dos poetas menores de veintiún años. Colonia Guerrero es un espacio periférico, vale decir, un espacio construido por los marginales, por los expulsados del centro y en oposición al centro. Distinto es el caso de Barrientos, quién no se aleja del centro de México, aunque, como dijimos, su posición periférica también esté en conflicto con la centralidad, hasta el punto en que su mirada produce el derrumbe de la Catedral, o deposita en la ciudad la cualidad de su embriaguez misma, diciendo que “la ciudad entera está borracha”. Este conflicto con la ciudad puede observarse en una intertextualidad barroca presente en todo el texto. Barrientos cuestiona la centralidad de México a través de la óptica de su mirada barroca. Según Deleuze el barroco puede considerarse, no como un estilo propio de una época, sino, en efecto, como un modo de construir una mirada. Barrientos, ex-académico, pone en juego constantemente el barroquismo de la ciudad de México; dado cierto rasgo decadente del barroco, con su juego entre la verdad y la apariencia, el adentro y el afuera, sucede que la ciudad, construida en su plano barroco por la mirada de Barrientos, sufre al mismo tiempo una desvirtualización al chocar con la actualidad.
Esta posición periférica de los personajes, basada en un permanente desequilibrio de su persona, está amparada por el estilo de la escritura. En el caso de Lacouture, voz narradora de Amuleto, se observa en la estructura de su narración ciertos rasgos que son propios del psicótico, como la imprecisión -“Y hacia allá voy volando, hacia la casa de Remedios Varo, que está en la colonia Polanco, ¿puede ser?, o en la colonia Anzures, ¿puede ser?, o en la colonia Tlaxpana, ¿puede ser?”-, o la redundancia. La redundancia se hace patente en su reiteración constante de su experiencia en el baño de la facultad, un punto en el tiempo donde la protagonista manifiesta ver el pasado y el futuro, pero también es un rasgo de su estilo: “soy la madre de la poesía mexicana, pero mejor no lo digo. Yo conozco los poetas y todos los poetas me conocen a mí. Así que podría decirlo. Podría decir: soy la madre y corre un céfiro de la chingada desde hace siglos, pero mejor no lo digo”.
En Barrientos también hay una voz narradora consecuente con el carácter periférico del personaje. Se trata de la constante segunda persona. Esta segunda persona parece ser la mano que lleva del brazo al ebrio, una conciencia que lo guía, lo regaña: “A pesar del buen porte que se había procurado, te ves del carajo, Juan Manuel”. Además, se trata de un voz que conserva la lucidez que el personaje va perdiendo; esto es evidente en ciertos pasajes cuando la segunda persona abandona al personaje, lo deja dar unos pasos sólo, y da lugar a una primera persona de carácter caótico y desequilibrado, -“¡Cómo te fuiste muriendo, Alejandra, con un carajo! ¿Por qué te hablo a ti, si ya estás muerta?”-, donde la situación periférica del personaje se despliega en su totalidad.
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