jueves, 6 de diciembre de 2007

Innes: El Teatro Sagrado.



Para Martín Esslin uno de los antecedentes del teatro del absurdo, junto a la literatura onírica y las payasadas, es el teatro puro. En el teatro puro lo que se resalta es una actitud anti-literaria que consiste en un retorno a formas primitivas no verbales. Un ejemplo es el uso del ritual, tal como se observa en la obra de Genet. Christopher Innes coincide con esta mirada en su lectura del teatro de Genet. En El Teatro Sagrado afirma que el teatro de Genet se caracteriza por la ceremonia, la cual se logra mediante la conducta de los personajes que celebran un rito. Este uso ritual del teatro emparenta a Genet con Ionesco en su negación de un teatro social o realista. Si bien las obras de Genet pueden parecer declaraciones políticas sobre la sociedad, para este autor la realidad social es ilusoria y debido a la necesidad humana de ilusión ningún orden social puede estar fundamentado en la realidad. Los personajes de Genet no son personalidades definidas sino papeles, máscaras que están vacías, y se considera a la apariencia artificial como la verdadera esencia: es el caso de las criadas, con el ritual de sus simulaciones. Se trata de una negación de la realidad mediante el desempeño de papeles, tal como los clientes de la casa de ilusiones de El balcón, los personajes son a la vez actores. También Innes observa que lo ilusorio de la realidad se revela en su carácter simbólico, y, en el caso de la revolución, las imágenes de dominio y sumisión no son conflictivas sino complementarias, los sumisos sólo pueden revelarse construyendo la imagen del mal impuestas a ellos desde la autoridad opresora, y esa imagen es su justificación. Las criadas se definen como el alma monstruosa de la servidumbre, mientras que madame se transforma en un símbolo de belleza y espiritualidad. El único logro de la revolución es la añadidura de dos símbolos: en el balcón, la Chantal victoriosa, la santa, y el jefe de policía, hombre brutal; la pareja del criminal y la santa a la que aspiran las criadas. Desde el prólogo de la obra Genet presenta su concepción del arte dramático como una profunda red de símbolos activos, y la descripción del actor como un signo cargado de signos. Pero en lugar de concentrarse en la significación interna del simbolismo puso de manifiesto la externa: la mascarada convencional se rechaza en favor de la ceremonia, y el ejemplo es la Misa. El teatro de Genet fue observado como una misa negra: en su teatralización de la realidad, donde la simulación es abierta y cada acción es presentada como una actuación, todas las actividades adquieren un significado litúrgico. Se convierten en ritos, en formas puras. Sin embargo, vemos en estos rituales una atmósfera religiosa invertida. Dios está asociado con el orden establecido y la hipocresía social, de modo que el objetivo religioso de sus piezas es abolir a Dios. En Las criadas, la acción, mencionada como ceremonia, es celebrada tres veces y su función es la opuesta a la de una Misa. En lugar de amor espiritual, la atención sobre el salvador sacrificado es una mezcla de lujuria carnal y odio, y el celebrante logra la comunión con la deidad destruyéndola. Las connotaciones religiosas son directas: el tocador de Madame es el altar, la cocina es la sacristía, Clara llama a Madame una virgen más bella, y la describe con términos como pecho de marfil y muslos de oro, lo cual es tomado de Torre de Marfil y Casa de Oro de las letanías de la virgen María. La segunda vez que se repite el ritual se enfoca sobre la verdadera Madame y el asesinato es el acto de culto, mientras que en la tercera representación el crimen adopta un nivel metafísico: es el asesinato de Dios mismo y no de alguien que lo representa. Por su parte, el suicidio de Clara es un reflejo de Cristo cuando permite que lo crucifiquen.

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