Voy a comentar algunos puntos en común o la correlación habida entre dos escritos que comparten sobre todo el problema de la identidad americana: Nuestra América de José Lezama Lima y La expresión americana de José Martí.
Elijo estos textos porque considero que condensan de manera explícita y acabada un asunto que es fundamental para las letras hispanas.
En el análisis de los textos vistos en la cursada, se advierte que el conflicto de la identidad frente a la opresión extranjera es permanente. En el Inca Garcilaso, como en Arguedas, la recuperación del Incario, contrapuesto o adaptado a la hegemonía española, es fundamental para la producción del texto tanto de manera temática como formal.
Luego, en la sociedad colonial, vimos a través de lecturas como la de Moraña que el barroco es una apropiación de los códigos de una cultura hegemónica para producir un discurso de ruptura y diferenciación por parte de la emergente sociedad criolla.
Ya cerca del siglo XX, sucede lo mismo con el modernismo que, tal como lo afirman autores como Guillermo Sucre, Paz o ángel Rama, se trata de un movimiento caracterizado sobre todo por ser el primer movimiento literario propiamente americano, y no un mero reflejo de una moda europea.
Por lo tanto, el problema de la identidad y de la diferenciación con respecto a la opresión extranjera es un elemento constante de la producción textual americana.
Según Julio Ramos, lo latinoamericano es un campo producido por un discurso, un discurso que lo nombra y que define su identidad. De este modo, América Latina es un campo de lucha donde distintos discursos intentan imponer y naturalizar sus representaciones de la experiencia latinoamericana. Nuestra América y La expresión americana son dos textos canónicos de estos discursos que procuran fijar la identidad continental.
Antes me había referido al Inca Garcilaso y a Arguedas, dos autores peruanos. El primero escribió un texto en el siglo XVII, dando cuenta de un conflicto. Este conflicto, a saber, la convivencia entre la cultura india y la española, se reitera intacto en una novela del siglo XX que escribe Arguedas. De modo que lo que sucede con los peruanos Garcilaso y Arguedas es lo mismo que sucede con los cubanos Lima y Martí: un texto del siglo XX como La expresión americana puede leerse como una continuación o como una respuesta dada a un texto del siglo XIX como Nuestra América.
La crítica fundamental que hace Martí en Nuestra América está dirigida a aquellos que desconocen la esencia propia de lo Americano y adoptan política y culturalmente los modelos extranjeros. Por ejemplo, la dicotomía de Sarmiento, Civilización y Barbarie, es considerada como falsa y se pone en su lugar la falsa erudición contra la naturaleza, naturaleza que alude a la búsqueda de lo esencial o de lo propio del continente.
Salomón considera a Martí como el primero en construir una teoría de la personalidad americana ajena a los modelos exteriores, sobre todo el norteamericano. Contrapuesto a Martí ubica la figura del intelectual que simboliza Sarmiento, quién pensaba que la solución para Argentina era la implantación del modelo de los Estados Unidos.
Según Nuestra América, este tipo de intelectual o de gobernante es el tigre de adentro, es decir, la mayor amenaza del continente, y su desacierto consiste en desdeñar los “productos naturales” de la región, tanto sus hombres como su historia cultural. Se define el buen gobierno como el equilibrio de los elementos naturales del país.
El conocimiento de estos elementos naturales, que hacen a la verdadera identidad latinoamericana, es el objetivo del ensayo de Lezama Lima. A través de distintas figuras se propone construir el inventario de aquellos elementos que hacen a lo americano. En este sentido, Lezama Lima cumple las expectativas de Martí que consideraba fundamental el conocimiento de lo propio.
Nuestra América señala la deficiencia de las universidades americanas por no hacer énfasis a los elementos naturales de sus pueblos, y se enfatiza esta denuncia diciendo que el premio de los certámenes ha de ser no para el que componga la mejor oda sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. Así, el problema nacional debe resolverse con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. Este estudio puede considerarse la hazaña de La expresión americana que, exponiendo la vida de ciertas figuras, intenta abordar los productos culturales de la región cuya unión tácita lograría fijar la identidad.
Lo propio de la cultura americana es analizado en Lezama Lima a través de la teoría de las eras imaginarias. Esta teoría tiene como base la importancia concedida a la imagen como un absoluto, como la representación más sólida de una cultura determinada. Todas las culturas han producido imágenes que fijaron los paradigmas constitutivos de su identidad. La imagen que actúa en la historia es llamada la Imago, y el sujeto metafórico es el agente que la identifica mediante la articulación de fenómenos históricos.
De este modo, Lezama Lima intenta identificar la Imago de los americanos a través de ciertos personajes, mitos o fábulas que serían representativos de las eras imaginarias de la cultura hispánica o, en palabras de Martí, los factores naturales de la cultura.
Al contrario del mal gobernante o del letrado artificial, que es definido en Nuestra América como un mal hijo avergonzado de su madre india, La expresión americana hace el inventario de los elementos idiosincrásicos del continente valorizando sus personajes más oscuros y la relevancia del arte indígena.
La primera imagen pertenece a la mitología precolombina y consiste en un episodio de Los Magos, la segunda parte del Popol Vuh, libro sagrado de los maya-quiche. Los hermanos gemelos Hunahpú e Ixbalanqué son dos héroes civilizadores que logran liberarse del dominio de los señores de Xibalbá.
En el ámbito de la conquista española se destaca una embajada que envió Moctezuma a Cortés que, junto a la riqueza, incluía un grupo de artistas encargados de pintar al ejército español.
Luego se considera el Personaje del Señor Barroco como el “auténtico primer instalado en lo nuestro”. El arte barroco implica en América una continuidad de las culturas autóctonas mediante el uso de los códigos de la cultura hegemónica. Aquí se mencionan la figura de Sor Juana, Sigüenza y Góngora, el indio Kondorí y el brasilero Aleijadihno. Se destacan como cualidades propias del estilo americano la tensión y el plutonismo.
En el ámbito del romanticismo se destacan las figuras de los revolucionarios Fray Servando Teresa de Mier, Simón Rodríguez y Francisco de Miranda. Las tres figuras se caracterizan tanto por su marginalidad como por su implicación en episodios revolucionarios y conspirativos.
En lugar de elegir las figuras convencionales, Lima opta por personajes más oscuros que encaran la clandestinidad y la persecución. Finalmente considera la importancia de algunas manifestaciones de la cultura popular como los cielitos gauchescos, el corrido mexicano y las coplas de la feria popular.
En Nuestra América de Martí también se utiliza la enumeración de ciertas figuras locales para definir la identidad. De este modo se hacen referencias a los Incas, como parte importante de la historia, a Bolívar y a San Martín, al hablar de las conquistas de los argentinos por el sur y de los venezolanos por el norte, a otros personajes históricos como Rivadavia y Juárez, o los que alzaron la república de México. Finalmente, se da particular importancia al indio, al negro y al campesino, enfatizando que el verdadero genio consiste en lograr hermanar a todos los sectores.
Frente a un desdeño o subestimación que se lee implícito por parte de Europa, ambos textos apelan a la valoración de lo americano como un espacio digno, un espacio que puede ponerse en pie de igualdad frente a cualquier otra cultura y sobre todo como un espacio del que su habitante se puede sentir orgulloso.
Lezama Lima ataca la visión de Hegel, según la cual América es un espacio de extrañaza que queda excluida del desarrollo cultural del espíritu. Considera que la experiencia de mezcla es propia de la especie humana y no de un continente, poniendo en pie de igualdad el valor del arte indígena frente al arte europeo, como el caso del Indio Kondorí.
En Nuestra América Martí considera que el orgullo americano debe ser incluso mayor que el de otras regiones, porque jamás se habían creado naciones tan adelantadas desde situaciones tan dramáticas y factores tan descompuestos.
Esa suma de factores descompuestos es, según Julio Ramos, la situación de América latina: un cuerpo descoyuntado y descompuesto por la ambición de distintos poderes, un cuerpo que carece de unidad orgánica. Tanto Nuestra América como La expresión americana intentan recoger todos estos fragmentos dispersos para construir un discurso en donde América Latina logre ser un cuerpo orgánico.
Para esta construcción discursiva del espacio americano como un cuerpo orgánico es fundamental la fijación de una estética particular.
En el plano formal de la escritura, tanto Martí como Lezama Lima le atribuyen una importancia fundamental a la poesía. En ambos autores la poesía es ejercida como un principio que será determinante de la estética del escrito y también tendrá su funcionalidad política. Además de ensayistas, los dos son poetas, y la poesía será al arte supremo que podrá condensar una visión del arte y una visión del mundo.
En el caso de Lezama Lima, la poesía es el principio que fundamenta la teoría de las eras imaginarias. El sujeto metafórico, para captar la experiencia artística y cultural en la conformación de la Imago, debe utilizar procedimientos poéticos. Por lo tanto, la experiencia poética es lo que permite la posibilidad del conocimiento, que en este caso es el conocimiento de la propia identidad. Al contrario de la razón, Lima privilegia el eros cognoscitivo a través de la imagen como un elementos fundamental. Es evidente que la metáfora no es una simple figura del lenguaje sino el modo de acceder al conocimiento. Según Chiampi, La expresión americana es una historia de la poesía tanto como el Prólogo a la poesía cubana. Si la historia de la poesía es una sucesión de imágenes que se asocian sin nexos visibles, la historia de América que construye La expresión americana se atiene al mismo procedimiento.
En cuanto a la influencia que tiene esta concepción poética de la historia en el estilo del texto, es interesante el análisis que hace Chiampi en La dificultad y el diabolismo del caníbal. Chiampi comenta un estudio de colonialismo linguístico de Gremblandt basado sobre La Tempestad Shakespeare, donde considera que la relación entre Próspero y Calibán simboliza el enfrentamiento entre el conquistador y el conquistado. Calibán, el conquistado, simboliza al sujeto americano y se caracteriza por un lenguaje opaco, ambiguo y conflictivo para lo comprensión lógica o lineal que es propia del discurso colonizador. Según Chiampi, la Expresión americana recupera en su estilo el hecho americano del canibalismo de Calibán. La carencia de las reglas que obedecen a la lógica expositiva, la carencia de una causalidad argumental y las referencias culturales indescifrables o ambiguas, determinan un estilo que hace eco al conflico americano por su conflictiva opacidad.
En tanto que el estilo carece de la lógica expositiva habitual del ensayo, y apuesta a la imagen y a la metáfora, La expresión americana puede considerarse como la escritura de una prosa subordinada a las leyes de la poesía.
En el caso de Nuestra América, la dimensión de la poesía es todavía más explícita. Tanto así que no faltó un crítico que haya considerado el texto como un poema en prosa.
Analizando la estructura del texto, Logmanovich considera que los doce párrafos de Nuestra América son análogos a las doce estrofas de un poema. El carácter poético del escrito se fundamenta formalmente mediante el análisis de las características de su estilo: el enlace armónico entre los párrafos, la tensión que congregan en momentos precisos, el modo en que ostentan puntos de concentración, la eficacia de la adjetivación y la frecuencia con que suelen terminar en formulaciones aforísticas de recapitulación simbólica logrando sobre el final la intensidad del significado. También considera el juego de alusiones de los elementos léxicos, que es lo que hace a la unidad poemática de todo texto poético. La noción semántica que estructura la obra es la noción de peligro, simbolizada por los gigantes de siete leguas en las botas. Esta noción estructura el texto en tres partes: el anuncia de la existencia del peligro en los dos primeros párrafos, el análisis de las cuestión en el nudo, y la visión profética de la superación del peligro en los últimos dos párrafos.
Otro elemento que hace de este escrito un poema es la importancia del simbolismo a la hora de expresar conceptos. El tigre y el árbol, el primero símbolo positivo y estático y el segundo símbolo negativo y dinámico, son las dos imágenes que representan el conflicto expuesto.
En cuanto a estas dos imágenes, es pertinente volver a Julio Ramos que, analizando la importancia del estilo en Nuestra América, hace una consideración que puede aplicarse tanto a este texto como al de Lezama Lima.
Según este autor en el ensayo de Martí América es por excelencia el espacio de la figura, del tropos, y la autoridad literaria es un elemento prioritario para el ejercicio del buen gobierno. En este sentido, las ideas del ensayo son menos decisivas que la configuración de los enunciados. Se trata de una escritura enfáticamente estilizada, más cargada de figuras que de ideas, y esta estilización destaca la especificidad de una autoridad. Una autoridad literaria que no se contrapone a la autoridad social sino que garantiza la verdad del discurso, considerando a la literatura como el modo más eficiente de representar lo autóctono de la cultura, aquello que pretenden excluir los lenguajes racionalizadores.
Por lo tanto, la forma misma del ensayo cumple en Martí y en Lima una función política y la poesía es el género más conveniente para expresar la identidad continental. De hecho, las consideraciones de Nuestra América acerca del sujeto americano en su dicotomía entre la cultura artificial y la naturaleza son análogas a la construcción poética de lo Versos Sencillos.
Tanto Lima como Martí utilizan la producción poética como una actividad que es funcional a su configuración ensayística de la identidad nacional.
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