Maupassant es un autor cuya obra es muy susceptible de ser acogida por la crítica temática, sus narraciones pueden dividirse en grupos precisos: relatos normandos, parisinos, históricos, fantásticos, de horror, sobre la locura, historias amorosas, historias sobre prostitutas.
En algunos casos es posible que los criterios se mezclen: Bola de Sebo, por ejemplo, narración fundamental de toda su obra, puede considerarse dentro de las historias de prostitutas o de las narraciones normandas, pero el verdadero tema de este cuento es el de la guerra: particularmente la guerra franco-prusiana entre 1880 y 1871. Maupassant dedicó entre 1880 y 1887 unos dieciséis cuentos a este conflicto, y Bola de Sebo abarca como figura central este hecho que conmocionó a la sociedad francesa a fines del siglo XIX.
La guerra es el mecanismo productivo del texto, hilo que hace avanzar la narración; los hechos de la trama y las relaciones entre los personajes tienen como causa la ocupación bélica de los prusianos en Ruán. Así como la multitud es el telón de fondo de los poemas de Baudelaire según afirma Benjamín en Poesía y Capitalismo, la guerra lo es en Bola de Sebo, aunque se presenta de modo más explícito.
El relato comienza con la descripción de índole naturalista de la huida de los soldados franceses, una exposición detallada con la identificación de cada uno de los grupos: los soldados de la guardia móvil, los soldados de calzón rojo, los artilleros con casco de dragón, las legiones de francotiradores; luego le sigue la entrada de los alemanes, algunos ulanos, los oficiales de húsares azules, las vanguardias de los tres cuerpos de invasores.
Esta descripción minuciosa parece ser la presentación de la guerra como el personaje principal del relato, que luego se disgregará en una serie de hechos que la simbolizan. Y serán los avatares de un grupo de diez franceses que se dirigen a la ciudad portuaria de El Havre a bordo de una diligencia. La guerra es lo único que une y aporta las circunstancias narrativas que relacionan entre sí a estos personajes: su necesidad de alejarse de la invasión e instalarse en una ciudad ocupada por el ejército francés. Estos diez personajes representan toda la sociedad de su tiempo: tres matrimonios de las clases más acomodadas y más conservadoras –comerciantes, propietarios, aristócratas- el matrimonio Loiseau, Lamadón y el conde y la condesa Hubert de Breville, dos monjas, Cornudet, un hombre del pueblo que defiende ideas progresistas, y una prostituta, Isabel Croisset, o Bola de Sebo. Entre ellos no se hubiera dado ningún cruce en otra situación: es la guerra la que los obliga a relacionarse. Luego del forzoso primer contacto dentro de la diligencia, cuando el señor Loiseau, antes que los otros, acepta finalmente un ofrecimiento de provisiones por parte de Bola de Sebo, responde diciendo: “Acepto, porque ya no podía más. La guerra es la guerra”. Es evidente que de ser de otro modo no aceptaría.
Tal como observa Marie-Claire Bancquart, el papel metafórico de la comida es algo principal en el relato: el sobrenombre de la prostituta la reduce a una materia prima, la grasa, empleada en la confección de objetos como platos; la jóven se convierte en algo que puede ser consumido por todos: en primer lugar, todos comen de sus provisiones, y después la inducen a “ser consumida” por el oficial prusiano mientras ellos cenan copiosamente y consumen champán. Luego de haberse servido de la joven, la desprecian comiendo delante de ella sin invitarla. No obstante, si bien la comida puede ser central, tanto este tema como cualquier otro tiene como razón de ser la vivencia del conflicto bélico: si la comida es fundamental en Bola de Sebo, lo es principalmente porque a causa de la guerra no había posadas o tabernas por el temor de los comerciantes que huían de los prusianos, y porque los campesinos ocultaban sus reservas para no ser saqueados.
La guerra vuelve a ser el eje temático fundamental de la narración; así, en el viaje de la diligencia, luego de comer los dispares pasajeros se ven obligados a conversar y el tema de su conversación, al igual que el del relato, es “naturalmente” la guerra.
El incidente principal tiene lugar cuando estos pasajeros se ven obligados a permanecer detenidos en una posada de Tostes por el capricho de un soldado alemán. En Papa Goriot Balzac dice de los pensionistas de la Casa Vauquer: “una reunión como aquella debía ofrecer en pequeño los elementos de una sociedad completa”. Al igual que los pensionistas alojados en la Casa Vauquer de Balzac, este grupo de franceses alojados en la posada de Follenvie ofrecen el cuadro completo de la sociedad francesa en su conflicto con el ejército que los ha vencido. Lo que suceda en este relato durante tal convivencia será un reflejo de la situación social generada por la guerra. Como la ciudad entera, este grupo de franceses se encuentran bajo el poder de los vencedores y deben atenerse a los caprichos de éstos. Se pondrá en juego la dignidad y los valores morales en el marco de una auténtica guerra de clases en miniatura que ante una situación de emergencia recuperan sus distancias y sus prejuicios: como en la sociedad, también en la posada se sacrifican a los pobres para el beneficio de los ricos. Los personajes de posición más elevada no dudan en apelar a la tergiversación de hechos históricos e incluso a la religión con la complicidad de las monjas para arrojar a Bola de Sebo en manos del enemigo. A manos del narrador se forja una imagen negativa de la sociedad que desenmascara sus rasgos más crueles de hipocresía, quedando como máximo símbolo de ética el personaje de la prostituta. Apenas Cornudet, aunque sin acercarse a Bola de Sebo –bonapartista-, atina a criticar la conducta del grupo.
En cuanto a la guerra en su significado general el narrador no emite ningún juicio de valor directo sobre el absurdo, el horror o la injusticia del acontecimiento: le basta con representar situaciones que son en sí mismas una condena explícita. La guerra queda plasmada en Bola de Sebo por medio de estos personajes imbuidos en tales circunstancias bélicas que constituyen un logrado símbolo literario de la patria en uno de sus notables períodos de crisis, y el relato culmina con el silbido irónico de las notas de la Marsellesa.
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