jueves, 6 de diciembre de 2007

MAYRA MONTERO. Tú, la oscuridad



En Breakfast at Tiffany`s, capítulo XIX de Tú, la oscuridad, Víctor S. Grigg se pregunta cómo explicarle a su colega, el herpetólogo Vaughan Patterson, que “Haití no era un lugar a secas, un nombre solo, una montaña con una rana sobreviviente”, y más aún: “¿Cómo hablarle de los animales que echaban todavía vivos a las hogueras, y del polvo y de las pestilencias, las abominables, impensables, desconocidas pestilencias?”
En esta cita podemos localizar un posible eje de análisis para TLO.
Se señala lo distinto, el misterio, la posibilidad de comprender, lo impensable y lo desconocido. Patterson, de vida pendiente de la pasión científica, no podría comprender determinados hechos, porque “los herpetólogos no entienden ciertas cosas” como dice Víctor. Ahora bien, ¿cómo es que Víctor, herpetólogo protagonista de TLO, las comprende? Porque Víctor, norteamericano, ha convivido con lo otro, con lo distinto, en una compleja rutina de confrontación, intercambio y comparación con una cultura diferente, a través de su trabajo con Thierry Adrien, haitiano, tras la búsqueda de un ejemplar vivo del Eleutherodactylus sanguineus. Esta relación entre diferentes culturas, diferentes visiones del mundo, es un plano recurrente en la novela de Montero.
La exposición de ambas culturas no implica el predominio o la superioridad de una sobre la otra. En la mayoría de los casos, se trata de la mera exposición de las diferencias, del interés mutuo, el intercambio de criterios. Este paralelismo puede ser de orden filosófico. Una cultura no puede prevalecer sobre la otra porque en definitiva sucede que todos los hombres, cualesquiera sean sus creencias, están igualados en un determinado punto: su posibilidad frente al éxito, la igualdad ante la muerte y la precariedad de sus saberes frente a lo inescrutable de la vida y del universo.
En la segunda estrofa de Navidad, el poema de Fernando Pessoa, se lee lo siguiente:

Ciega, la ciencia inútil gleba labra.
Loca, la Fe vive el sueño de su culto.
Un nuevo dios sólo es una palabra.
No busques ni creas: es todo oculto.

De hecho, tanto Thierry, el creyente, como Víctor, el buscador, no se llevan ventaja el uno al otro ante la posibilidad de dar con la rana -lo oculto- a través de sus saberes. Víctor cuenta con su saber científico, pero graba sus conversaciones con Thierry porque advierte que podría sacar datos valiosos para dar con la rana; Thierry, al contrario, se mueve a partir de sus creencias religiosas. Pero ambos, con sus medios, están igualados con respecto a la posibilidad del éxito, y no es el científico, sino el creyente el que encuentra el ejemplar.
La exposición de la relación entre las dos culturas es estructural: Víctor y Thierry son las dos voces narradoras de TLO, los dos discursos constitutivos, y narran, alternativamente, un capítulo cada uno. Primero Víctor y luego Thierry, la novela introduce también, antes de la continuación de Víctor, una ficha de cualidades científicas, informativas, durante todo el texto, hasta cerrarse la novela con una de ellas.
Estas anotaciones tienen una peculiaridad: comportan un posible gesto de fusión entre las diferentes culturas. Si bien el discurso es científico, parece estar atravesado por un halo misterioso en las causas de las desapariciones que registran, lo cual es más propio del discurso haitiano, a cargo de Thierry, caracterizado por la creencia y el misterio, que del discurso científico, propio de occidente, preocupado por la explicación racional y la certeza. Así, seguidas del estilo científico, son constantes las afirmaciones del tipo “Todavía se ignoran las causas”, “Ya nunca se sabrá”, “la súbita declinación de la Rana temporaria continúa envuelta en el misterio”, y, luego de Bárbara, el capítulo IX, se afirma lo siguiente: “Los nativos le comunicaron que los sapos, simplemente, se habían ido”. Aquí, junto a la investigación científica, hablan los nativos, el otro tipo de saber.
Este cruce cultural que podemos leer en las fichas no es el único gesto correspondiente a la trama del texto: en la anotación final el escrito irrumpe de lleno en el argumento dado que a través de él nos enteramos del destino de ambos personajes.
A lo largo de TLO, la fusión entre las culturas no se expone señalando la prevalencia de una u otra, pero en ocasiones los personajes se interesan en la cultura ajena y son afectados por ella. En el caso de Thierry, no deja de mostrar un marcado interés por la dedicación del padre de Víctor, criador de avestruces, unos pájaros desconocidos en Haití. Pero los casos más preponderantes de fusión cultural vienen por parte de los herpetólogos. Si bien Víctor decide grabar a Thierry porque le suministra datos acerca de la rana, el discurso de Thierry poco a poco va irrumpiendo en el de Víctor hasta llegar a ocupar los capítulos del mismo. Pero el ejemplo central es el de Boukaka, quién comporta una especie de equilibrio entre las dos culturas. Investigador, científico, le cuenta a Víctor la creencia según la cual Agwé Taroyo, el dios de las aguas, ha llamado a las ranas para que se vayan un tiempo al fondo. Si bien admite la apariencia absurda del hecho, increpa acerca de los cientos de ranas muertas que los pescadores hallaron cerca de la Petit Cayemite: la investigación y la creencia en un mismo discurso. Boukaka desdeña la arrogancia de la ciencia, afirma que, al margen de los libros, sacó lo que sabe del fuego y del agua, y dice a Víctor lo siguiente: “Ustedes se inventan excusas: la lluvia ácida, los herbicidas, la deforestación. Pero las ranas desaparecen de lugares donde no ha habido nada de eso”. Víctor, personaje de actitud progresivamente receptiva con respecto al discurso de la otra cultura, nunca llega a subestimar del todo los saberes diferentes. Su respuesta, en concordancia con el eje aquí analizado -la igualdad de los distintos saberes frente a la preponderancia de “lo oculto”-, afirma contundentemente: “Nadie sabe lo que pasa”.
Similar es el caso de Crapaud. El herpetólogo, familiarizado completamente con la tierra haitiana, se arraiga en la cultura donde finalmente muere y es enterrado según las costumbres de los negros y a la merced de sus ritos. Entregado a su pasión por Ganesha de Guadalupe, llega incluso a descuidar su labor científica. Crapaud ilustra más que nadie que Haití no es un lugar a secas, “un nombre solo, una montaña con una rana sobreviviente”. Haití es un lugar donde hay una cultura, una visión del mundo diferente, y quién la habite deberá vérselas con ciertos códigos y circunstancias. Ante las extravagancias de su mujer, Crapaud demuestra una absoluta tolerancia propia de su actitud comprensiva ante lo distinto, y, con respecto a ella, la dice a Thierry: “Ganesha tiene sus creencias (...) ¿acaso no tienes tú las costumbres de los tuyos?”. Esta comprensión ante lo diferente es lo que le falta a la botánica Sarah, quién, al contrario de Crapaud o de Víctor, no llega a incorporar los códigos de Haití y pone en peligro su vida. Evidentemente, para Sarah Haití es un lugar a secas, sólo un nombre, y no llega a la fusión cultural con lo diferente, quedándose encerrada dentro de su lógica occidental. La lógica de Sarah es incapaz de comprender por qué su presencia en el monte puede molestar a alguien y, desde una racionalidad cuyo criterio es imposible de ser acatada por parte de los haitianos, se queda sola en el monte donde sería asesinada.
Si bien estos casos en donde un personaje de una cultura determinada demuestra interés e intercambia sus saberes con otro de una cultura diferente están presentes en el texto, la mayoría de las veces las dos culturas se exponen en una suerte de líneas paralelas que no llegan a tocarse y la influencia de una sobre otra es prácticamente nula, y, aún en caso de relacionarse, la distancia se conserva. Así, mientras Thierry explica la forma de preparar un maleficio con un cangrejo, Víctor recuerda el cangrejo hervido del restaurante predilecto de Martha; mientras Thierry refiere la creencia del lesbianismo en caso de que dos mujeres entren juntas al agua, Víctor recuerda la singular amistad entre Martha y Bárbara; mientras Thierry refiere que “los albinos avisan que serán albinos antes de nacer” y la madre se asegura poniéndose desnuda frente a una lámpara, Víctor recuerda un procedimiento similar con los huevos de las avestruces en el rancho de su padre. Con las creencias sucede algo similar. Si bien son propias de la cultura negra, también del otro lado hay afirmaciones que niegan las casualidades -madre de Víctor-, persignaciones antes de acostarse por parte de Martha -narrada por Víctor mientas Thierry explica la creencia de la ley del agua-, y, por otro lado, la primera manifestación sobrenatural de la novela es una predicción astrológica sobre la muerte de Víctor. En el plano familiar, los dos protagonistas intentan reconstruir su familia y sus relaciones con las mujeres a través del recuerdo. En ambos casos, la situación es conflictiva. Entonces, estas correspondencias entre una cultura y otra presentadas en la forma de dos líneas paralelas confirma el antes mencionado carácter filosófico del texto: ambas maneras de ver el mundo comparten una situación de igualdad ante la posibilidad de dar con el sentido último de la existencia y en la consciencia de la propia precariedad para comprender la totalidad de la vida.
Esta interpretación del texto puede ilustrarse con una cita del capítulo Choza de indios. Allí, cuando Thierry dice que un hombre nunca sabe cuándo empieza la pena que le durará por siempre, Víctor le contesta que “un hombre nunca sabe nada”, determinando así el punto en común dado entre los hombres por más diferentes que sean sus respectivos saberes y sus visiones acerca de la vida: los dos, con sus criterios y diferencias, irán paralela e irremediablemente -con sus intrigas a cuestas-, hacía una muerte común, en este caso, en el fondo de las aguas frente a las costas de Grand Goave, tras el naufragio del Neptuno.

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