jueves, 6 de diciembre de 2007

Ubú Rey y la Denegación



Compuesta originariamente como teatro de marionetas, Ubú Rey de Jarry es especialmente la obra precursora del teatro del absurdo. Tal como se advierte más tarde en Ionesco, los componentes transgresores de esta obra se basan en el uso del lenguaje -la pronunciación particular de Ubú estirando sonidos a agregando letras, el uso del clisé-, la falta de profundidad psicológica en los personajes, o el uso de objetos simbólicos sobre todo grotescos –la escobilla de limpiar inodoros-. Pero el tratamiento que Jarry hace de sus personajes y de la puesta en escena puede relacionarse particularmente con uno de los rasgos propios de la representación teatral: la denegación. Se trata de una ruptura de la ilusión realista en el marco de la representación. Según Ubersfeld, en la comunicación teatral el receptor considera al mensaje como no real: la realidad que representa una obra, una vez teatralizada y con la presencia de diversos efectos del decorado, adquiere de forma explícita un aspecto de ficción, y es el momento en que el teatro se revela como tal. Entonces el teatro es una construcción imaginaria que el espectador advierte radicalmente separada de la existencia cotidiana, lo cual le da al teatro la categoría del sueño quien, a la vez, esta relacionado con el mito. Antes del estreno de Ubú Rey Mallarmé pedía, al contrario de la tradición racional francesa, un teatro mítico. Jarry crea con su obra una figura mítica en un mundo de imágenes arquetípicas grotescas. Entonces, la denegación, característica en sí de la representación teatral, adquiere en esta obra precursora del teatro del absurdo una dimensión ilimitada. En efecto, a causa del afán de lograr una obra contraria a los parámetros del teatro racional, los recursos de composición de Ubú Rey apuntan a “hacer más visibles los hilos de los títeres” destacando las escenas grotescas y el carácter descabellado de sus personajes de modo tal que la denegación se manifiesta de manera exuberante. En cuanto a la puesta en escena, se advierte un decorado –de carácter simbolista en el terreno pictórico- que rompe toda relación con un naturalismo que pretenda lograr una ilusión realista: por ejemplo, se describe un lugar con puertas que se abren ante llanuras cubiertas de nieve y palmeras reverdeciendo al pie de camas para que puedan alimentarse elefantitos ubicados en unos estantes. El lugar de la acción, Polonia, alude a “ninguna parte”. Otra característica de lo absurdo en esta obra asociada a la denegación es el uso de pancartas. Por ejemplo, la aparición del ejercito se expone mediante un cartel. Lo mismo sucede con la caracterización de algunos personajes: un personaje con cara de porcino y nariz como la mandíbula superior de un cocodrilo. También hay objetos que refuerzan el efecto de la denegación como un caballo de cartón al que se monta Ubú. En pleno contraste con un teatro racional y reproductor de la realidad, la obra de Jarry apuesta a la insistencia sobre el juego visual y sonoro, la adopción de máscaras y de un timbre particular y el carácter insólito del decorado. En una carta a Lugne-Poe Jarry exige para la representación el uso de una máscara por parte del personaje principal y él mismo se dispone a facilitarla. La mezcla de objetos grotescos, pancartas, personajes inverosímiles y el total del decorado constituyen una síntesis contradictoria de incongruencias que se extiende al tratamiento mismo del lenguaje, con los clisés invertidos o las ordenes contradictorias del personaje; síntesis contradictoria de elementos mediante la cual la obra ubuesca anticipa lo que a mediados del siglo XX se clasificará como el teatro del absurdo.

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