El personaje de El Extranjero, Mersault, ha sido objeto de varias interpretaciones, en especial aquellas que consideran al personaje como la encarnación literaria del concepto del absurdo expuesto en El mito de Sísifo. En esta línea, Mersault es el hombre arrojado al sin sentido del mundo, víctima de la hipocresía social, llegando a ser considerado como el héroe de la sinceridad, prototipo del hombre auténtico que es condenado por la sociedad a causa de su negación a participar de sus convenciones. Este criterio de mártir de la verdad fue expuesto por el mismo Camus quien considera a su personaje como una especie de Cristo: Mersault es guillotinado porque se niega a mentir, a representar. Sin embargo, en la lectura de Vargas Llosa, el personaje de El Extranjero deja de ser un héroe positivo de la libertad y se convierte en un modelo desdeñable de hombre, incluso un modelo visionario de la sociedad moderna donde se ha abolido la guillotina y las instituciones son menos opresivas para con las libertades de sus habitantes en sus formas de sentir y de pensar. Vargas Llosa admite que Mersault pone en evidencia los vicios y las falsedades del periodismo y de una sociedad que, como dice Camus, condena a muerte a un hombre por no llorar en el entierro de su madre. A su lado se pone en evidencia todo lo que hay de falso y de absurdo en la sociedad, siempre dispuesta a castigar la voluntad absoluta del individuo. La sociedad no se equivoca al considerarlo un enemigo, pues la propagación de su ejemplo desintegraría la vida de una comunidad, cuyo carácter teatral es, fue y será una necesidad estructural. Aunque algunos sentimientos sean insignificantes desde el punto de vista individual, son convenciones edificantes del pacto colectivo. Y Mesault, con su actitud de indiferencia y su existencia instintiva es efectivamente un verdadero monstruo ante la figura de la sociedad. De hecho, experimenta ante la naturaleza toda la pasión que es incapaz de sentir en sus relaciones con los hombres y los acontecimientos humanos; ante ellos todo le da igual, casarse o no casarse, cambiar o no de trabajo, etcétera. Al contrario de Raskolnicov, cuyo asesinato es un motivo de reflexión sobre la condición humana y el sentido de la vida, un hecho cargado de peso filosófico, ético y metafísico, para Mersault su crimen se trata de un suceso tan indiferente y natural como cualquier otro, en todo caso una fatalidad, la molestia del reflejo del sol en la hoja del cuchillo que empuñaba el árabe. Él no precisa como móvil la injusta avaricia o la bajeza humana de la anciana asesinada en Crimen y Castigo. En el juicio ni siquiera intenta defenderse con la excusa de una defensa ante un posible ataque por parte del otro, sino que fue sencillamente por culpa del sol. Este auténtico extrañamiento ante los valores y las formas del sentir humano puede leerse como una crítica a la falsedad que exigen las instituciones, pero en El Extranjero Debe Morir Vargas Llosa va más allá de eso. El núcleo de este ensayo es que si bien no quedan dudas respecto de los vicios de los condenadores, de eso no debe deducirse que sea válida o preferible la forma de actuar del condenado. La libertad de Mersault carece de rebeldía y de grandeza, es un anticipo del destino de las sociedades modernas. En estas sociedades han caído muchos de los prejuicios que había en aquella que condenó a muerte a Mersault, sin embargo, esta toma de libertad no ha significado un verdadero progreso. La libertad de Mersault frente a las convenciones sociales no significa un enriquecimiento cultural o una mejora de la calidad de la vida, sino que se traduce en conductas que la hacen trivial y manifiestan nuevas formas de conformismo. Mersault no se propone cambiar el orden social y, si bien es indiferente a la hipocresía de las leyes, también lo es al maltrato de una mujer por su vecino y al hecho de matar a un semejante. Es una libertad que, lejos de enriquecer cultural o moralmente al individuo, termina desespiritualizándolo, privándolo de solidaridad y entusiasmo hasta convertirlo en un sujeto pasivo e instintivo a nivel animal.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Mersault según Llosa
El personaje de El Extranjero, Mersault, ha sido objeto de varias interpretaciones, en especial aquellas que consideran al personaje como la encarnación literaria del concepto del absurdo expuesto en El mito de Sísifo. En esta línea, Mersault es el hombre arrojado al sin sentido del mundo, víctima de la hipocresía social, llegando a ser considerado como el héroe de la sinceridad, prototipo del hombre auténtico que es condenado por la sociedad a causa de su negación a participar de sus convenciones. Este criterio de mártir de la verdad fue expuesto por el mismo Camus quien considera a su personaje como una especie de Cristo: Mersault es guillotinado porque se niega a mentir, a representar. Sin embargo, en la lectura de Vargas Llosa, el personaje de El Extranjero deja de ser un héroe positivo de la libertad y se convierte en un modelo desdeñable de hombre, incluso un modelo visionario de la sociedad moderna donde se ha abolido la guillotina y las instituciones son menos opresivas para con las libertades de sus habitantes en sus formas de sentir y de pensar. Vargas Llosa admite que Mersault pone en evidencia los vicios y las falsedades del periodismo y de una sociedad que, como dice Camus, condena a muerte a un hombre por no llorar en el entierro de su madre. A su lado se pone en evidencia todo lo que hay de falso y de absurdo en la sociedad, siempre dispuesta a castigar la voluntad absoluta del individuo. La sociedad no se equivoca al considerarlo un enemigo, pues la propagación de su ejemplo desintegraría la vida de una comunidad, cuyo carácter teatral es, fue y será una necesidad estructural. Aunque algunos sentimientos sean insignificantes desde el punto de vista individual, son convenciones edificantes del pacto colectivo. Y Mesault, con su actitud de indiferencia y su existencia instintiva es efectivamente un verdadero monstruo ante la figura de la sociedad. De hecho, experimenta ante la naturaleza toda la pasión que es incapaz de sentir en sus relaciones con los hombres y los acontecimientos humanos; ante ellos todo le da igual, casarse o no casarse, cambiar o no de trabajo, etcétera. Al contrario de Raskolnicov, cuyo asesinato es un motivo de reflexión sobre la condición humana y el sentido de la vida, un hecho cargado de peso filosófico, ético y metafísico, para Mersault su crimen se trata de un suceso tan indiferente y natural como cualquier otro, en todo caso una fatalidad, la molestia del reflejo del sol en la hoja del cuchillo que empuñaba el árabe. Él no precisa como móvil la injusta avaricia o la bajeza humana de la anciana asesinada en Crimen y Castigo. En el juicio ni siquiera intenta defenderse con la excusa de una defensa ante un posible ataque por parte del otro, sino que fue sencillamente por culpa del sol. Este auténtico extrañamiento ante los valores y las formas del sentir humano puede leerse como una crítica a la falsedad que exigen las instituciones, pero en El Extranjero Debe Morir Vargas Llosa va más allá de eso. El núcleo de este ensayo es que si bien no quedan dudas respecto de los vicios de los condenadores, de eso no debe deducirse que sea válida o preferible la forma de actuar del condenado. La libertad de Mersault carece de rebeldía y de grandeza, es un anticipo del destino de las sociedades modernas. En estas sociedades han caído muchos de los prejuicios que había en aquella que condenó a muerte a Mersault, sin embargo, esta toma de libertad no ha significado un verdadero progreso. La libertad de Mersault frente a las convenciones sociales no significa un enriquecimiento cultural o una mejora de la calidad de la vida, sino que se traduce en conductas que la hacen trivial y manifiestan nuevas formas de conformismo. Mersault no se propone cambiar el orden social y, si bien es indiferente a la hipocresía de las leyes, también lo es al maltrato de una mujer por su vecino y al hecho de matar a un semejante. Es una libertad que, lejos de enriquecer cultural o moralmente al individuo, termina desespiritualizándolo, privándolo de solidaridad y entusiasmo hasta convertirlo en un sujeto pasivo e instintivo a nivel animal.
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