El fenómeno de la épica prosificada en las crónicas. Cotejo de las versiones poética y cronísticas del episodio de las Cortes de Toledo (Poema de Mio Cid, vv 3101-3391; Crónica de Veinte Reyes y Versión retóricamente amplificada de 1289 de la crónica General).
Al abordar un cotejo entre el PMC[1] y las posteriores crónicas[2], se iluminan de manera inmediata una serie significativa de variantes tanto en el nivel formal como en el plano del contenido. Antes de entrar en el análisis de los textos es pertinente fijar el marco teórico de la problemática dado que el estudio y la posible explicación de las variantes no escapa a la polémica entre neotradicionalistas e individualistas [3]. El enfoque individualista se resiste a considerar una génesis oral que sea constitutiva del PMC debido al alto grado artístico del mismo; desde este enfoque, las variantes entre el PMC y las crónicas se deben a diferencias estructurales derivadas de la labor particular de los cronistas debido a su interés genealógico y a su afán explicativo. Un claro exponente de esta perspectiva puede ejemplificarse en la postura de D.G. Pattison[4].
Pattison da por hecho el carácter enteramente culto del PMC concibiéndolo como una obra artística producto de una autoría individual. Halla un argumento en la presencia de elementos eclesiásticos que impedirían aceptar la opinión tradicional de un género histórico seglar esencialmente popular (por ejemplo la oración de Jimena y el obispo Jerónimo). Lejos de admitir la posibilidad de refundiciones poéticas, Pattison explica las variantes entre las crónicas y el poema distinguiendo dos tipos de diferencias: la estructural –que atañe a la problemática de la armonización de las fuentes- y la estilística –cualidad de los cronistas que consiste en explicar detalladamente secuencias de eventos poco explícitos en el texto poético-. Al parecer, Pattison no deduce de esta diferencia estilística ninguna causa emparentada con la transición de un cantar de gesta de carácter oral hacía un texto escrito tal como se lo concibe en la actualidad. Como señala Armistead[5], si bien Pattison muestra muchos casos de expansión estilística o deducción compilatoria, sostener que en las crónicas todo es producto de los cronistas es alejarse de la realidad documental[6]. En efecto, en el PMC pueden registrarse muchos componentes de oralidad, y la problemática que implica el tratamiento de este poema de rasgos orales por la labor de los cronistas puede explicar las variantes de manera más acertada.
Para este criterio es más pertinente hablar de los neotradicionalistas. Al contrario del enfoque anterior, los neotradicionalistas consideran la oralidad como la cualidad característica de la épica: aquí se admite que las variantes entre el poema y las prosificaciones son el resultado de la diferencia dada entre una cultura donde ya prevalece la escritura y una cultura oral. Así, la naturaleza oral del poema podría explicar las variantes desde dos puntos de vista:
Por un lado, los rasgos propios de la poesía oral implican la posibilidad de la refundición de la obra. Desde este criterio las variantes de las crónicas se deberían a que los cronistas utilizaron distintas versiones del poema además de la de Per Abbat.[7] Al respecto, German Orduna afirma que la coexistencia de varias versiones del PMC contemporánas a la versión copiada por Per Abat es, pues, un hecho probado por las investigaciones sobre la PCG[8].
Por otro lado, tal como afirma Thomas Montgomery[9], la oralidad del poema se observa correlativamente en sus formas de expresión. Desde este criterio las variantes se deben a la distinta visión del mundo que introduce la cultura letrada al prosificar los versos épicos.
La posibilidad de explicar las variantes debido a la utilización de distintas versiones del poema puede defenderse sobre la base de las diferencias de contenido. El caso de CVR no sería un problema para los individualistas: la crónica coincide con el poema no sólo en el contenido sino que además hay coincidencias muy precisas de lenguaje, por ejemplo, la réplica de Ferrán Gonçales “Aver monedado non tenemos nos” o las acusaciones hechas al mismo infante por Pedro Bermudez: “Eres fermoso mas mal varragán”.
Distinto es el caso de CG ya que las variantes no sólo son significativas en materia de expresión y lenguaje sino que lo son sobre todo en materia de contenido. Entre las variantes más significativas se destacan las siguientes: al contrario del PMC, en CG los infantes se niegan a devolverle al Cid las espadas y debe intervenir físicamente el rey Don Alfonso para el resarcimiento; en la crónica, el Cid amenaza a los infantes con ir a Carrión a castigarlos si no los juzga la corte; por otro lado, quién recuerda a don García la ofensa de la barba no es el Cid sino Pedro Bermudez quién, antes de hablar, agrede físicamente al conde generando una situación bélica donde todos levantan las espadas; en cuanto a los retos, mientras que en PMC las parejas que lidian son Bermudez-Fernando, Antolinez-Diego y Gustios-Asur, en CG son Bermúdez-Diego, Antolinez-Asur y Gustios-Fernando.
La posibilidad de explicar las variantes debido a la diferencia de una cultura donde ya prevalece la escritura frente a una cultura oral puede abordarse desde los rasgos propios de la prosa con respecto al poema que determina Thomas Montgomery[10].
Una diferencia fundamental consiste en la finalidad informativa que prevalece en las crónicas. En el poema, por el contrario, se hace hincapié en la experiencia emocional la cual está siendo re-vivida en la recitación. Así, mientras que las crónicas, tomando distancia de los hechos, informan que el conde don García discutirá aparte la demanda de las espadas, en el poema este suceso se presenta por medio de una acción, a saber, la voz del mismo conde como personaje diciéndole a la corte: A esto fablemos nos. Otra característica de las crónicas consiste en sus construcciones sintácticas. Mientras que el poema narra la historia mediante la acción directa de los personajes exponiendo sus decires y exclamaciones, la prosa de las crónicas recurre a construcciones sintácticas donde prevalecen los conectores, la coordinación adversativa y los nexos subordinantes correspondientes a un hilo de pensamiento. Vemos un ejemplo en CVR:
El conde don Garçia, que era enemigo del Çid, dixo que sse fablarien sobre aquello, e ovieron su acuerdo de dar al Çid sus espadas; ca tenien que le fazie grant amor pues que otra desonrra nos les demandava.
Además de los conectores y los nexos subordinantes de la construcción sintáctica, puede verse en la anterior cita otro rasgo propio de las crónicas. Consiste en la distancia que toma la prosa ante los hechos narrados y la marca es el uso del pronombre neutro aquello, al contrario del poema en donde prevalece el pronombre esto (A esto fablemos nos).
Otra diferencia está dada por el uso de los tiempos verbales. La recreación de la experiencia que debe lograr con su recitación exige al juglar un acercamiento de la historia a la audiencia. Esto se manifiesta en el poema por la prominencia del tiempo presente:
A la puerta de fuera descavalga a sabor,
Cuerda mientra entra mio Çid con todos los sos
El va en medio e los çiento aderredor (vv.3104-3106)
En las crónicas, por el contrario, el tiempo verbal que prevalece es el pasado:
Et desque les ovo dicho estas palabras, mando quel troxiessen las bestias, et cavalgo el Çid con todos aquellos DCCCC cavalleros que eran con el. (CG)
Otra variante está dada por la imposibilidad de introspección en el poema. El juglar no ingresa en la mente de otra persona para referirse a palabras que no sean expresadas; todo juicio que se exprese debe conectarse con una acción identificando ser y acto. El malestar de Pedro Bermudez cuando es increpado por el Cid sólo podemos percibirlo por las palabras que expresa el personaje. En la prosa, al contrario, se da cuenta de la interioridad del personaje tal como lo muestra esta cita de CG:
Desto peso a Pero Bermudez (...) et tan grant pesar ovo ende Pero Bermudez, que aquello le fizo olvidar el mal talante que tenie, diziendo en su corazón que, si el sobre tal cosa no tornasse, quel dirien lo omnes que los dexava con covardia et con maldat, et non con al.
Si comparamos la cita anterior con la expresividad de Pedro Bermudez en el PMC, observamos otra de las características de la prosa con respecto al poema: un esfuerzo por uniformar las reflexiones de los personajes de acuerdo a las preocupaciones intelectuales de los cronistas. Más precisamente, lo que se observa en las crónicas es una formalización de la lengua: cualidad propia de una cultura donde la escritura ya ejerce predominio en oposición a la idiosincrasia oral del cantar de gesta.
Al abordar un cotejo entre el PMC[1] y las posteriores crónicas[2], se iluminan de manera inmediata una serie significativa de variantes tanto en el nivel formal como en el plano del contenido. Antes de entrar en el análisis de los textos es pertinente fijar el marco teórico de la problemática dado que el estudio y la posible explicación de las variantes no escapa a la polémica entre neotradicionalistas e individualistas [3]. El enfoque individualista se resiste a considerar una génesis oral que sea constitutiva del PMC debido al alto grado artístico del mismo; desde este enfoque, las variantes entre el PMC y las crónicas se deben a diferencias estructurales derivadas de la labor particular de los cronistas debido a su interés genealógico y a su afán explicativo. Un claro exponente de esta perspectiva puede ejemplificarse en la postura de D.G. Pattison[4].
Pattison da por hecho el carácter enteramente culto del PMC concibiéndolo como una obra artística producto de una autoría individual. Halla un argumento en la presencia de elementos eclesiásticos que impedirían aceptar la opinión tradicional de un género histórico seglar esencialmente popular (por ejemplo la oración de Jimena y el obispo Jerónimo). Lejos de admitir la posibilidad de refundiciones poéticas, Pattison explica las variantes entre las crónicas y el poema distinguiendo dos tipos de diferencias: la estructural –que atañe a la problemática de la armonización de las fuentes- y la estilística –cualidad de los cronistas que consiste en explicar detalladamente secuencias de eventos poco explícitos en el texto poético-. Al parecer, Pattison no deduce de esta diferencia estilística ninguna causa emparentada con la transición de un cantar de gesta de carácter oral hacía un texto escrito tal como se lo concibe en la actualidad. Como señala Armistead[5], si bien Pattison muestra muchos casos de expansión estilística o deducción compilatoria, sostener que en las crónicas todo es producto de los cronistas es alejarse de la realidad documental[6]. En efecto, en el PMC pueden registrarse muchos componentes de oralidad, y la problemática que implica el tratamiento de este poema de rasgos orales por la labor de los cronistas puede explicar las variantes de manera más acertada.
Para este criterio es más pertinente hablar de los neotradicionalistas. Al contrario del enfoque anterior, los neotradicionalistas consideran la oralidad como la cualidad característica de la épica: aquí se admite que las variantes entre el poema y las prosificaciones son el resultado de la diferencia dada entre una cultura donde ya prevalece la escritura y una cultura oral. Así, la naturaleza oral del poema podría explicar las variantes desde dos puntos de vista:
Por un lado, los rasgos propios de la poesía oral implican la posibilidad de la refundición de la obra. Desde este criterio las variantes de las crónicas se deberían a que los cronistas utilizaron distintas versiones del poema además de la de Per Abbat.[7] Al respecto, German Orduna afirma que la coexistencia de varias versiones del PMC contemporánas a la versión copiada por Per Abat es, pues, un hecho probado por las investigaciones sobre la PCG[8].
Por otro lado, tal como afirma Thomas Montgomery[9], la oralidad del poema se observa correlativamente en sus formas de expresión. Desde este criterio las variantes se deben a la distinta visión del mundo que introduce la cultura letrada al prosificar los versos épicos.
La posibilidad de explicar las variantes debido a la utilización de distintas versiones del poema puede defenderse sobre la base de las diferencias de contenido. El caso de CVR no sería un problema para los individualistas: la crónica coincide con el poema no sólo en el contenido sino que además hay coincidencias muy precisas de lenguaje, por ejemplo, la réplica de Ferrán Gonçales “Aver monedado non tenemos nos” o las acusaciones hechas al mismo infante por Pedro Bermudez: “Eres fermoso mas mal varragán”.
Distinto es el caso de CG ya que las variantes no sólo son significativas en materia de expresión y lenguaje sino que lo son sobre todo en materia de contenido. Entre las variantes más significativas se destacan las siguientes: al contrario del PMC, en CG los infantes se niegan a devolverle al Cid las espadas y debe intervenir físicamente el rey Don Alfonso para el resarcimiento; en la crónica, el Cid amenaza a los infantes con ir a Carrión a castigarlos si no los juzga la corte; por otro lado, quién recuerda a don García la ofensa de la barba no es el Cid sino Pedro Bermudez quién, antes de hablar, agrede físicamente al conde generando una situación bélica donde todos levantan las espadas; en cuanto a los retos, mientras que en PMC las parejas que lidian son Bermudez-Fernando, Antolinez-Diego y Gustios-Asur, en CG son Bermúdez-Diego, Antolinez-Asur y Gustios-Fernando.
La posibilidad de explicar las variantes debido a la diferencia de una cultura donde ya prevalece la escritura frente a una cultura oral puede abordarse desde los rasgos propios de la prosa con respecto al poema que determina Thomas Montgomery[10].
Una diferencia fundamental consiste en la finalidad informativa que prevalece en las crónicas. En el poema, por el contrario, se hace hincapié en la experiencia emocional la cual está siendo re-vivida en la recitación. Así, mientras que las crónicas, tomando distancia de los hechos, informan que el conde don García discutirá aparte la demanda de las espadas, en el poema este suceso se presenta por medio de una acción, a saber, la voz del mismo conde como personaje diciéndole a la corte: A esto fablemos nos. Otra característica de las crónicas consiste en sus construcciones sintácticas. Mientras que el poema narra la historia mediante la acción directa de los personajes exponiendo sus decires y exclamaciones, la prosa de las crónicas recurre a construcciones sintácticas donde prevalecen los conectores, la coordinación adversativa y los nexos subordinantes correspondientes a un hilo de pensamiento. Vemos un ejemplo en CVR:
El conde don Garçia, que era enemigo del Çid, dixo que sse fablarien sobre aquello, e ovieron su acuerdo de dar al Çid sus espadas; ca tenien que le fazie grant amor pues que otra desonrra nos les demandava.
Además de los conectores y los nexos subordinantes de la construcción sintáctica, puede verse en la anterior cita otro rasgo propio de las crónicas. Consiste en la distancia que toma la prosa ante los hechos narrados y la marca es el uso del pronombre neutro aquello, al contrario del poema en donde prevalece el pronombre esto (A esto fablemos nos).
Otra diferencia está dada por el uso de los tiempos verbales. La recreación de la experiencia que debe lograr con su recitación exige al juglar un acercamiento de la historia a la audiencia. Esto se manifiesta en el poema por la prominencia del tiempo presente:
A la puerta de fuera descavalga a sabor,
Cuerda mientra entra mio Çid con todos los sos
El va en medio e los çiento aderredor (vv.3104-3106)
En las crónicas, por el contrario, el tiempo verbal que prevalece es el pasado:
Et desque les ovo dicho estas palabras, mando quel troxiessen las bestias, et cavalgo el Çid con todos aquellos DCCCC cavalleros que eran con el. (CG)
Otra variante está dada por la imposibilidad de introspección en el poema. El juglar no ingresa en la mente de otra persona para referirse a palabras que no sean expresadas; todo juicio que se exprese debe conectarse con una acción identificando ser y acto. El malestar de Pedro Bermudez cuando es increpado por el Cid sólo podemos percibirlo por las palabras que expresa el personaje. En la prosa, al contrario, se da cuenta de la interioridad del personaje tal como lo muestra esta cita de CG:
Desto peso a Pero Bermudez (...) et tan grant pesar ovo ende Pero Bermudez, que aquello le fizo olvidar el mal talante que tenie, diziendo en su corazón que, si el sobre tal cosa no tornasse, quel dirien lo omnes que los dexava con covardia et con maldat, et non con al.
Si comparamos la cita anterior con la expresividad de Pedro Bermudez en el PMC, observamos otra de las características de la prosa con respecto al poema: un esfuerzo por uniformar las reflexiones de los personajes de acuerdo a las preocupaciones intelectuales de los cronistas. Más precisamente, lo que se observa en las crónicas es una formalización de la lengua: cualidad propia de una cultura donde la escritura ya ejerce predominio en oposición a la idiosincrasia oral del cantar de gesta.
[1] Poema de Mio Cid, edición de Colin Smith, editorial Cátedra, Madrid, 2003.
[2] Crónica de Veinte Reyes (Ms. Escurialense Y-i-12)
Primera Crónica General, versión retóricamente amplificada de 1289
[3] La compleja relación de la épica medieval con la historiografía alfonsí y post alfonsí es fundamental para el estudio de ambos géneros y es también la principal materia de desavenencia de la continua polémica entre neo-individualistas y neo-tradicionalistas.
Armistead, De la épica a la crónica: una apreciación individualista.
[4] D.G. Pattison, De la leyenda a la crónica.
Traducido de: D. G. Pattison, “Conclusión” de su From Legend to Chronicle: The Treatment of Epic Material in Alphonsine Historiography, Oxford, The Society for the Study of Medieval Lenguages and Literature, 1983, pp. 143-49.
[5] Samuel Armistead, De la épica a la crónica: una apreciación individualista.
Traducido de: Samuel Armistead, “From Epic to Chronicle: An individualist Appraisal”, Romance Philology, 40 (1987), 338-59.
[6] Esta es la opinión de Smith quien, en el estudio crítico de su edición del PMC, sostiene que las diferencias se deben a los arreglos de los cronistas.
[7] Armisteaud afirma categóricamente la tradición oral del PMC sujeto a una serie de refundiciones, e incluso da como ejemplo un texto incluido en Flor Nueva de don Ramón que se puede llamar La partida del Cid.
[8] Orduna, Germán. “El texto del Poema de Mio Cid ante el proceso de la tradicionalidad oral y escrita” en Letras, Vol. XIV, 1985.
[9] Montgomery, Thomas, El Poema de Mio Cid: arte oral en transición
Traducido de: Thomas Montgomery, “The Poema de Mio Cid: oral art in transition”, en A. D. Deyermmond, ed., “Mio Cid” Studies, London, Tamesis, 1977, pp. 91-112.
[10] Ídem 9
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