Zifar y Roboán: Un maestro que sabe y un discípulo que aprende.
En el Libro del caballero Zifar hay dos protagonistas cuyas peripecias constituyen el hilo argumental de la trama. Primero Zifar, y luego su hijo Roboán, serán los dos caballeros que saldrán al mundo a vivir determinados sucesos que serán el mecanismo productivo de este texto. Sin embargo, pese a la alternancia de su protagonismo, ambos caballeros no están desvinculados. Sus características responden en los dos casos al compendio de elementos que constituyen el estamento caballeresco y a la manera en que éste es tempranamente representado en la literatura de caballerías, la cual sustituye y se contrapone a las peculiaridades de la épica. Al respecto, cabe destacar que la repetición es un rasgo propio del Libro del caballero Zifar, y este rasgo evita el aislamiento de los dos relatos: tanto Zifar como Roboán emprenden salidas desde su tierra en busca de hechos de armas; ambos se enfrentan con enemigos en defensa de un territorio que los acoge; ambos son apenados por la desgracia y reciben en ese momento la palabra de Dios en forma de una voz que viene del cielo; ambos consiguen ser coronados; ambos se casan dos veces y regresan finalmente a su primera esposa. De este modo, es coherente que el relato termine con la unión de los dos caballeros cuando, una vez coronado como emperador, Roboán visita en Mentón a su familia y este reencuentro feliz es el hecho que resuelve y da carácter culminante al relato. Sin embargo, esta estructura común de repeticiones y reiteraciones no funciona de manera exhaustiva y, aunque tanto padre como hijo compartan características propias del héroe caballeresco, podemos describir entre ellos algunas variantes significativas. A grandes rasgos, vemos en cuanto a la diferencia entre ambos personajes que, al contrario de Roboán -a quien conocemos desde su nacimiento-, Zifar es un personaje que desde el principio se nos presenta con un perfil de perfección provisto de una virtud inmutable, totalmente asentada: nunca lo veremos incurrir en el error ni caer en conductas reprochables. Al contrario, vemos en Roboán a un personaje en aprendizaje constante a quien conocemos desde su instancia de formación; sabemos cuál es la fuente de su sabiduría y sabemos que está aplicando una enseñanza que le fue impartida. En este sentido, Roboán es un caballero más humano que Zifar, y se nos presenta a modo de discípulo. Por lo tanto, vemos en este discípulo una característica que no presenta el maestro su padre: la posibilidad de equivocarse o, dicho más de acuerdo al texto, la posibilidad de caer presa de las tentaciones materiales debido a un momento de debilidad que su padre nunca tuvo.
En este trabajo se abordarán las características del héroe caballeresco encarnadas por Zifar y Roboán analizándose las variantes entre ambos. Finalmente, una vez expuesta la perfección de Zifar ante la imperfección de su hijo, se tratará de responder a la pregunta de por qué Roboán, al contrario que su padre, tiene la posibilidad de equivocarse en el camino emprendido hacia la virtud y la fama.
El Libro del caballero Zifar, cuya fecha de redacción se estipula en la primera mitad del siglo XIV, es un texto marcadamente inmerso en el contexto socio-político de su tiempo, a saber, una profunda crisis política que marcó a España desde el reinado de Alfonso de la Cerda, pasando por la ilegitimidad del matrimonio y del reinado de Sancho IV[1] y llegando hasta la minoría de Alfonso XI, época en que se compone nuestro texto. Es propio de este texto el didactismo y el afán de ofrecer una solución al problema del orden político valiéndose de premisas ideológicas determinadas. Jesús D. Rodríguez Velasco, luego de señalar las pautas que hacen a la fábula caballeresca prototípica, analiza las variaciones dadas ante la misma en el LCZ, y explica estas variaciones considerando en el texto la sujeción a un modelo literario e ideológico muy emparentado con el de Don Juan Manuel tanto en su funcionalidad política como didáctica, así como en su necesidad de fomentar en la sociedad la incorporación de un nuevo sistema político junto a la comprensión de que ese sistema debe ser transmitido por el plasma. Tanto el LCZ como Don Juan Manuel llevan a cabo esta pretensión política en la escritura mediante la fablilla, es decir, una historia ficticia que funciona como sistema de adoctrinamiento explícito. Cito:
“Sobre la base de un discurso ficticio, declaradamente ficticio, puede extenderse un integumento significativo, una serie de enseñanzas, un sistema doctrinal, mejor que didáctico, que atañe directamente a los principios políticos y morales”. (Rodríguez Velasco, 1999)
Por lo tanto, el tema de la caballería es un modo directo de abordar los asuntos políticos, en especial los que atañen a la crisis del siglo XIV, crisis determinada sobre todo por el problema del linaje y por el enfrentamiento entre la monarquía contra una clase nobiliaria que buscaba asegurar sus privilegios. Tanto el problema de la sangre, del linaje y de las condiciones del derecho a la realeza, así como las características del buen gobernar, serán abordadas por Zifar y por Roboán, dos caballeros que lograrán ser coronados por medio de sus virtudes y sus hazañas.
En esta línea de lectura, entendemos con Rodríguez Velasco que las ideas en torno a la caballería son la base sobre la cual circulan las ideas políticas generales así como la esencia de la nobleza. Lo cual explica la necesidad de redactar un texto cuyo protagonismo quede a cargo de dos caballeros que, a la luz de su estamento, pondrán en escena las cuestiones políticas acuciantes de la época. Al respecto, un cotejo entre Zifar y Roboán nos permitirá comprender las características del héroe caballeresco. Por lo tanto, veamos qué variaciones presenta el texto en cuanto a la aventura caballeresca en ambos personajes. Como punto de partida examinemos las condiciones y las motivaciones que presentan ambos caballeros a la hora de lanzarse a la aventura.
Al comienzo del texto, nos enteramos que Zifar es un caballero que padece una desgracia: ningún caballo le dura más que diez días. Este problema, tan extremadamente desfavorable para un caballero, ocasiona la pobreza del personaje. El rey, bajo la influencia de malos consejeros -quienes señalan el gasto que implica al reino mantener un vasallo de tales cualidades-, decide desplazar a Zifar de su oficio guerrero. Por lo tanto, la aventura se produce como una opción ante la desgracia y la pobreza. Esta situación del caballero Zifar, con esposa e hijos, es observada por Rodríguez Velasco como una desviación con respecto a la fábula caballeresca, y esto se debe a que Zifar sólo se lanza a la aventura al ver en riesgo su subsistencia. De hecho notemos que Zifar, también llamado El Caballero de Dios, es una figura más compleja que excede los rasgos propios de la figura del héroe caballeresco la cual, como diremos más adelante, es más propia de Roboán. De hecho, el caballero Zifar, al margen del héroe caballeresco, puede equipararse a un “caballero santo”. Aquí es pertinente recordar que el LCZ estaría basado en la Estoria de un cavallero Plácidas que fue después cristiano e ovo nonbre Eustacio, siendo este último el relato de un caballero que debe superar las pruebas que le impone Dios para obtener la salvación. En cuanto a la partida de Zifar, dice Rodriguez Velasco:
“Zifar ya no es verdaderamente un caballero, sino un senex, un hombre casado, establecido, con hijos a su cargo. La situación, si se me permite decirlo, es totalmente anticaballeresca” (Rodríguez Velasco, 1999).
No obstante, más allá de la necesidad material, puede considerarse como motivo de la partida una cuestión de índole más general. Según Martín Contreras, la búsqueda de Zifar consiste en una recuperación tanto material como social, y aquí entra el juego el problema del linaje, el “linaje abaxado” del caballero. Zifar tiene sangre real; tal como le oyó a su abuelo, su familia proviene d eun linaje de reyes pero el último rey había perdido su condición debido a su mal comportamiento. Por lo tanto, la preocupación del caballero Zifar no es solamente la solución de la penuria económica, sino el deber de recuperar y limpiar su linaje. La importancia del linaje es una constante del texto, y solamente quienes posean sangre noble serán dignos de ocupar posiciones elevadas. Aunque este galardón haya que ganárselo con la virtud y el buen comportamiento, el hecho mismo de poseer un linaje noble constituye una marca de virtud bien definida. Así, al describir la fortaleza de los gemelos criados en Mela, el narrador dice:
E seméjales que de natura e de sangre les venía este esfuerço e estas buenas costumbres que en ellos avía. [2]
Esta necesidad de recuperación de su linaje puede explicar la situación de Zifar que lo diferencia de su hijo. El caballero Zifar debe demostrar constantemente la pertenencia a su estrato elevado, lo cual le exige una exhibición constante, ante los demás, de las virtudes y las habilidades propias de tal posición. En algunas circunstancias su posición social es explícitamente cuestionada. Por ejemplo, cuando el rey de Mentón considera la decisión de entregarle a su hija para que luego herede el trono, los nobles reaccionan ante esta posibilidad, y la queja ante el rey es puesta en boca de un conde:
Un fijo de conde e muy poderoso que era ý levantóse en pie e dixo: “Señor, tú sabes que muchos condes e muchos buenos omes de alta sangre fueron aquí venidos para te servir, e demás pára mientes quién das tu fija; ca por aventura la darás a ome de muy baxo lugar, que non sería tu onra nin del tu regño; piensa más en ello e non te arrebates”.
Y no sólo sufre pruebas de este tipo, sino que además debe someterse a circunstancias tan desfavorables a su condición como entrar a una ciudad vestido con las ropas del ribaldo, haciéndose pasar por sandio. En otra ocasión el personaje siente vergüenza por tener que ingresar en una ciudad a pie, y prefiere pasar la noche en una torre:
“!Ay, amigo –dixo el cavallero-, qué grant verguença he de entrar por las villas de pie! Ca como estraño estánme oteando; e faziéndome preguntas, yo non les puedo responder”.
Por lo tanto, Zifar debe legitimar constantemente la pertenencia a un linaje alto por medio de sus obras, y esto le niega la posibilidad de cometer errores.
La situación de Roboán es muy diferente. Roboán emprende su partida como hijo de rey, por lo tanto su linaje nunca es puesto en duda porque ya ha sido legitimado por su padre. Gracias a su origen nunca debe sufrir humillaciones y, en este punto, podemos considerar a Roboán como el personaje que mejor se ajusta a las características propias de un caballero: cuenta con un linaje noble, ha sido educado por su padre, y sus enseñanzas serán puestas en práctica durante su aventura. Al contrario de Zifar, Roboán no tiene otro motivo para emprender su partida que el de obtener honra y fama, y esta posibilidad se la facilita una situación de caballero desocupado, puesto que, como hijo segundo, es su hermano Garfín el heredero del trono. En Roboán percibimos más claramente las virtudes del ideal de caballería, o, dicho de otro modo, los valores propios de la clase nobiliaria. No sólo la pobreza no es motivo de su partida sino que, al contrario, Roboán se lanza a la aventura portando un gran haber que le había sido suministrado por su padre:
“¿E pues cómo salió de allá este infante –dixo el rey- e dexó tan buena tierra e se vino a esta tierra estraña?” “Señor –dixo el cavallero Amigo-, non salió de su tierra por ninguna mengua que oviese, mas por provar las cosas del mundo e por ganar prez de cavalería. “¿E con qué se mantiene –dixo el rey- en esta tierra?” Dixo el cavallero Amigo: “Señor, con el tesoro muy grande que le dio su padre, que fueron ciento azémilas cargadas de oro e de plata, e trezientos cavalleros de muy buena cavallería muy bien guisados”
Vemos entonces que la desocupación de Roboán en tanto hijo segundo carente de cargos es el motivo esencial de su partida. Esta situación lo estimula para emprender la gran acción individual que, según García Gual, consiste en el rasgo propio que distingue al héroe caballeresco del héroe épico:
“La acción del caballero no tiene, como la del héroe épico, un sentido político-nacional, sino una intención individual: pretende probar ante su dama y ante su público de la corte, y también ante sí mismo, su valor personal. La desocupación radical del caballero andante, que vagabundea en pos de la aventura y el amor es característica de esta línea”. (García Gual, 1974)
Además de la desocupación y la riqueza, hay otra elemento que distingue a Roboán de su padre. La condición de soltero de Roboán abre un espacio en el relato para el amor, aunque, como es propio de las novelas de caballerías, no llegue a ocupar un lugar relevante. Sin embargo, vemos entre Roboán y Seringa una serie de promesas y palabras que serán más tarde constitutivas del discurso cortesano. Al respecto, García Gual considera la temática del amor como un rasgo propio de la novela en contraposición con la épica. En este sentido, el amor es una posibilidad del héroe caballeresco quien, al contrario del héroe épico, no emprende una aventura de sentido político-social sino que se guía por una intencionalidad individual. Cito:
“También su aventura guerrera, como el amor, es en cierto modo un asunto privado, personal. La victoria le aguarda porque es el elegido. Mientras que el héroe épico sellaba con la muerte su carrera, al protagonista de una novela de caballerías le aguarda un final feliz, convención del género”. (García Gual, 1974)
Al contrario de Roboán, a Zifar jamás lo conocemos soltero, sino que su matrimonio determina su situación en todo momento, y el casamiento con la hija del rey de Mentón es una circunstancia política de la cual Zifar siente culpa y procura redimir el pecado pidiéndole la castidad a su esposa. Distinto el caso de Roboán quién, en tanto emperador de Triguiada, y pudiendo elegir entre otras esposas, no tiene otro motivo para mandar a buscar a Seringa al reino de Pandulfa que el amor que había entre ellos, tal como se lo describe desde la mirada del conde Rubén:
E el conde Rubén, tío e vasallo de la infante, que estava allí con ellos, paró mientes a las palabras que la infante dixiera al infante Roboán, e de cómo se le demudó la color que le non pudo dar respuesta, e entendio que amor creçía entre ellos.
Vayamos ahora a la diferencia fundamental entre Zifar y Roboán según el criterio expuesto en este trabajo: Zifar es un maestro y Roboán es un discípulo. En los Castigos del rey de Mentón, la tercera parte del libro, asistimos a la enseñanza dada por Zifar a sus hijos acerca de la conducta a seguir en la vida en general, y al modo de hacer un buen gobierno en particular. Entre todas las enseñanzas de Zifar tiene un lugar destacado el valor del buen consejo, lo cual es una constante de la obra y aparece como la causa de los más grandes males. Así, una vez que Roboán captura al rey de Safira y al conde Farán, y ya enterado que todo el daño sufrido fue por el mal consejo que dio Farán a los reyes, manda decapitar al conde aduciendo que esa es la pena correspondiente a los malos consejeros. En efecto, Roboán había aprendido de su padre el valor del consejo y la necesidad de saber quién es digno de darlos:
E quando consejo quisierdes aver de otros, primeramente devedes pensar a quién lo demandades, ca non son todos omes para buen consejo dar.
Sin embargo, no siempre Roboán consigue aplicar esta enseñanza: dos son las veces que incurre en el error por hacer caso de malos consejeros. En una oportunidad escucha a los nobles que le piden preguntar al emperador de Triguiada por qué no ríe. En otra oportunidad se deja tentar por la codicia y pide a la emperatriz de las islas dotadas el alano, el azor y el caballo, por consejo del diablo personificado en una mujer hermosa. Sin embargo, ninguno de estos dos errores lo llevan a la desgracia sino que, por el contrario, no dejan de conducirlo hacia su destino de emperador. Por lo tanto vemos que a Roboán, al contrario de su padre, se le concede la posibilidad de equivocarse. Esta ventaja de Roboán podemos entenderla a la luz de su situación de discípulo sometido a un aprendizaje constante, el contrario del maestro Zifar quien ya posee la sabiduría de manera acabada y nunca comete equivocaciones.
La trama del texto nos ayuda a comprender esta lectura de Roboán como un caballero en proceso de aprendizaje. Por ejemplo, advertimos que, antes de emprender un hecho culminante, Roboán cuenta con una experiencia previa que le sirve a modo de ensayo o entrenamiento. Podemos considerar dos ejemplos centrales. El primero consiste en la batalla contra el conde de Nasón y el segundo en la posición de emperador en el episodio maravilloso de las ínsulas dotadas: lo primero le sirve como ensayo para otras batallas que emprenderá de manera individual, por ejemplo, la defensa de Pandulfa contra el rey de Guimalet; lo segundo le sirve como ensayo para luego desenvolverse como emperador de Triguiada.
En cuanto al enfrentamiento contra el conde de Nasón, se trata de una lid que concierne al reinado de su padre, y los infantes se lanzan a esta empresa plenamente acompañados por sus mayores, por lo cual puede considerarse este hecho como una experiencia de enseñanza. Roboán y su hermanos son guiados por las figuras de autoridad tales como el Caballero Amigo y el rey Zifar, y actúan bajo la tutela de los mismos. Además de la habilidad guerrera, este hecho sirve para que el infante aprenda el modo de comportarse ante una sublevación, tal como la que deberá afrontar más tarde Roboán contra el conde Farán, mencionado anteriormente.
En el caso del episodio de las islas dotadas, Roboán tiene la posibilidad de ser emperador, casarse con la emperatriz Nobleza y tener un hijo: Fortunado. A causa del error que comete al dejarse tentar por la codicia pierde el imperio, pero este hecho le habrá servido para luego adquirir nuevamente el título de emperador en Triguida, casarse nuevamente, esta vez con Seringa, y tener otro hijo: Hijo de Bendición. Nuevamente, vemos dos episodios paralelos siendo el segundo un hecho consumado de carácter definitivo y el primero una experiencia que sirve a modo de prueba para el aprendizaje.
Por lo tanto considero a modo de conclusión que la posibilidad que tiene Roboán de equivocarse se debe a que, al contrario de Zifar, un maestro, más cercano a un caballero santo cuya conducta errática se nos presenta inadmisible, vemos en Roboán a un discípulo, un caballero más humano y, por ende, sometido a un proceso de aprendizaje constante. Al contrario del maestro, cuya sabiduría se da por sentada desde un comienzo, nos encontramos con el discípulo en una adquisición progresiva de la sabiduría, con la posibilidad de ensayar antes de emprender un hecho definitivo. Es decir, con la posibilidad de cometer un error para luego comprender mejor la lección por medio de la experiencia y, de este modo, consumar la perfección tras una pautada experiencia de aprendizaje.
Bibliografía
Libro del caballero Zifar, Gonzales Muela, Joaquín, Ed., Madrid, Castalia, 1982.
Estoria de un cavallero Plácidas que fue después cristiano e ovo nonbre Eustacio. Material de la cátedra.
ORDUNA, Germán, “Las redacciones del Libro del cavallero Zifar”, en Studia in Honorem prof. M. De Riquer, Barcelona, Quaderns Crema, IV, a991, 283-299.
GUAL, Carlos García, en Primeras novelas europeas, Madrid, Istmo, 1974, 58-69.
CONTRERAS, Martín, “El Caballero Zifar en busca del linaje”, en Actas del IV Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Lisboa, Cosmos, 1993, II, 155-159.
VELASCO, Jesús Rodriguez, “Zifar en la edad de la virtud”, La Corónica, 27.9, 1999, 167-185.
[1] Cabe destacar que quién se encargó de legitimar el matrimonio y la descendencia de Sancho IV con su tía Doña María de Molina fue Bonifacio VIII, quien aparece encabezando el prólogo del LCZ. Al respecto, Germán Orduna defiende que este prólogo, aparentemente inadecuado para un libro de caballerías, no es un elemento añadido al texto, y que la historia funciona como un gran “enxemplo” de los ideales allí expuestos. (Orduna, Germán, 1991). La exactitud histórica del prólogo junto a los nombres y hechos que se presentan sirve de prueba para sostener la implicancia de este texto en los conflictos políticos de su tiempo.
[2] Todas las citas del LCZ son extraídas de la edición indicada en la bibliografía.
En el Libro del caballero Zifar hay dos protagonistas cuyas peripecias constituyen el hilo argumental de la trama. Primero Zifar, y luego su hijo Roboán, serán los dos caballeros que saldrán al mundo a vivir determinados sucesos que serán el mecanismo productivo de este texto. Sin embargo, pese a la alternancia de su protagonismo, ambos caballeros no están desvinculados. Sus características responden en los dos casos al compendio de elementos que constituyen el estamento caballeresco y a la manera en que éste es tempranamente representado en la literatura de caballerías, la cual sustituye y se contrapone a las peculiaridades de la épica. Al respecto, cabe destacar que la repetición es un rasgo propio del Libro del caballero Zifar, y este rasgo evita el aislamiento de los dos relatos: tanto Zifar como Roboán emprenden salidas desde su tierra en busca de hechos de armas; ambos se enfrentan con enemigos en defensa de un territorio que los acoge; ambos son apenados por la desgracia y reciben en ese momento la palabra de Dios en forma de una voz que viene del cielo; ambos consiguen ser coronados; ambos se casan dos veces y regresan finalmente a su primera esposa. De este modo, es coherente que el relato termine con la unión de los dos caballeros cuando, una vez coronado como emperador, Roboán visita en Mentón a su familia y este reencuentro feliz es el hecho que resuelve y da carácter culminante al relato. Sin embargo, esta estructura común de repeticiones y reiteraciones no funciona de manera exhaustiva y, aunque tanto padre como hijo compartan características propias del héroe caballeresco, podemos describir entre ellos algunas variantes significativas. A grandes rasgos, vemos en cuanto a la diferencia entre ambos personajes que, al contrario de Roboán -a quien conocemos desde su nacimiento-, Zifar es un personaje que desde el principio se nos presenta con un perfil de perfección provisto de una virtud inmutable, totalmente asentada: nunca lo veremos incurrir en el error ni caer en conductas reprochables. Al contrario, vemos en Roboán a un personaje en aprendizaje constante a quien conocemos desde su instancia de formación; sabemos cuál es la fuente de su sabiduría y sabemos que está aplicando una enseñanza que le fue impartida. En este sentido, Roboán es un caballero más humano que Zifar, y se nos presenta a modo de discípulo. Por lo tanto, vemos en este discípulo una característica que no presenta el maestro su padre: la posibilidad de equivocarse o, dicho más de acuerdo al texto, la posibilidad de caer presa de las tentaciones materiales debido a un momento de debilidad que su padre nunca tuvo.
En este trabajo se abordarán las características del héroe caballeresco encarnadas por Zifar y Roboán analizándose las variantes entre ambos. Finalmente, una vez expuesta la perfección de Zifar ante la imperfección de su hijo, se tratará de responder a la pregunta de por qué Roboán, al contrario que su padre, tiene la posibilidad de equivocarse en el camino emprendido hacia la virtud y la fama.
El Libro del caballero Zifar, cuya fecha de redacción se estipula en la primera mitad del siglo XIV, es un texto marcadamente inmerso en el contexto socio-político de su tiempo, a saber, una profunda crisis política que marcó a España desde el reinado de Alfonso de la Cerda, pasando por la ilegitimidad del matrimonio y del reinado de Sancho IV[1] y llegando hasta la minoría de Alfonso XI, época en que se compone nuestro texto. Es propio de este texto el didactismo y el afán de ofrecer una solución al problema del orden político valiéndose de premisas ideológicas determinadas. Jesús D. Rodríguez Velasco, luego de señalar las pautas que hacen a la fábula caballeresca prototípica, analiza las variaciones dadas ante la misma en el LCZ, y explica estas variaciones considerando en el texto la sujeción a un modelo literario e ideológico muy emparentado con el de Don Juan Manuel tanto en su funcionalidad política como didáctica, así como en su necesidad de fomentar en la sociedad la incorporación de un nuevo sistema político junto a la comprensión de que ese sistema debe ser transmitido por el plasma. Tanto el LCZ como Don Juan Manuel llevan a cabo esta pretensión política en la escritura mediante la fablilla, es decir, una historia ficticia que funciona como sistema de adoctrinamiento explícito. Cito:
“Sobre la base de un discurso ficticio, declaradamente ficticio, puede extenderse un integumento significativo, una serie de enseñanzas, un sistema doctrinal, mejor que didáctico, que atañe directamente a los principios políticos y morales”. (Rodríguez Velasco, 1999)
Por lo tanto, el tema de la caballería es un modo directo de abordar los asuntos políticos, en especial los que atañen a la crisis del siglo XIV, crisis determinada sobre todo por el problema del linaje y por el enfrentamiento entre la monarquía contra una clase nobiliaria que buscaba asegurar sus privilegios. Tanto el problema de la sangre, del linaje y de las condiciones del derecho a la realeza, así como las características del buen gobernar, serán abordadas por Zifar y por Roboán, dos caballeros que lograrán ser coronados por medio de sus virtudes y sus hazañas.
En esta línea de lectura, entendemos con Rodríguez Velasco que las ideas en torno a la caballería son la base sobre la cual circulan las ideas políticas generales así como la esencia de la nobleza. Lo cual explica la necesidad de redactar un texto cuyo protagonismo quede a cargo de dos caballeros que, a la luz de su estamento, pondrán en escena las cuestiones políticas acuciantes de la época. Al respecto, un cotejo entre Zifar y Roboán nos permitirá comprender las características del héroe caballeresco. Por lo tanto, veamos qué variaciones presenta el texto en cuanto a la aventura caballeresca en ambos personajes. Como punto de partida examinemos las condiciones y las motivaciones que presentan ambos caballeros a la hora de lanzarse a la aventura.
Al comienzo del texto, nos enteramos que Zifar es un caballero que padece una desgracia: ningún caballo le dura más que diez días. Este problema, tan extremadamente desfavorable para un caballero, ocasiona la pobreza del personaje. El rey, bajo la influencia de malos consejeros -quienes señalan el gasto que implica al reino mantener un vasallo de tales cualidades-, decide desplazar a Zifar de su oficio guerrero. Por lo tanto, la aventura se produce como una opción ante la desgracia y la pobreza. Esta situación del caballero Zifar, con esposa e hijos, es observada por Rodríguez Velasco como una desviación con respecto a la fábula caballeresca, y esto se debe a que Zifar sólo se lanza a la aventura al ver en riesgo su subsistencia. De hecho notemos que Zifar, también llamado El Caballero de Dios, es una figura más compleja que excede los rasgos propios de la figura del héroe caballeresco la cual, como diremos más adelante, es más propia de Roboán. De hecho, el caballero Zifar, al margen del héroe caballeresco, puede equipararse a un “caballero santo”. Aquí es pertinente recordar que el LCZ estaría basado en la Estoria de un cavallero Plácidas que fue después cristiano e ovo nonbre Eustacio, siendo este último el relato de un caballero que debe superar las pruebas que le impone Dios para obtener la salvación. En cuanto a la partida de Zifar, dice Rodriguez Velasco:
“Zifar ya no es verdaderamente un caballero, sino un senex, un hombre casado, establecido, con hijos a su cargo. La situación, si se me permite decirlo, es totalmente anticaballeresca” (Rodríguez Velasco, 1999).
No obstante, más allá de la necesidad material, puede considerarse como motivo de la partida una cuestión de índole más general. Según Martín Contreras, la búsqueda de Zifar consiste en una recuperación tanto material como social, y aquí entra el juego el problema del linaje, el “linaje abaxado” del caballero. Zifar tiene sangre real; tal como le oyó a su abuelo, su familia proviene d eun linaje de reyes pero el último rey había perdido su condición debido a su mal comportamiento. Por lo tanto, la preocupación del caballero Zifar no es solamente la solución de la penuria económica, sino el deber de recuperar y limpiar su linaje. La importancia del linaje es una constante del texto, y solamente quienes posean sangre noble serán dignos de ocupar posiciones elevadas. Aunque este galardón haya que ganárselo con la virtud y el buen comportamiento, el hecho mismo de poseer un linaje noble constituye una marca de virtud bien definida. Así, al describir la fortaleza de los gemelos criados en Mela, el narrador dice:
E seméjales que de natura e de sangre les venía este esfuerço e estas buenas costumbres que en ellos avía. [2]
Esta necesidad de recuperación de su linaje puede explicar la situación de Zifar que lo diferencia de su hijo. El caballero Zifar debe demostrar constantemente la pertenencia a su estrato elevado, lo cual le exige una exhibición constante, ante los demás, de las virtudes y las habilidades propias de tal posición. En algunas circunstancias su posición social es explícitamente cuestionada. Por ejemplo, cuando el rey de Mentón considera la decisión de entregarle a su hija para que luego herede el trono, los nobles reaccionan ante esta posibilidad, y la queja ante el rey es puesta en boca de un conde:
Un fijo de conde e muy poderoso que era ý levantóse en pie e dixo: “Señor, tú sabes que muchos condes e muchos buenos omes de alta sangre fueron aquí venidos para te servir, e demás pára mientes quién das tu fija; ca por aventura la darás a ome de muy baxo lugar, que non sería tu onra nin del tu regño; piensa más en ello e non te arrebates”.
Y no sólo sufre pruebas de este tipo, sino que además debe someterse a circunstancias tan desfavorables a su condición como entrar a una ciudad vestido con las ropas del ribaldo, haciéndose pasar por sandio. En otra ocasión el personaje siente vergüenza por tener que ingresar en una ciudad a pie, y prefiere pasar la noche en una torre:
“!Ay, amigo –dixo el cavallero-, qué grant verguença he de entrar por las villas de pie! Ca como estraño estánme oteando; e faziéndome preguntas, yo non les puedo responder”.
Por lo tanto, Zifar debe legitimar constantemente la pertenencia a un linaje alto por medio de sus obras, y esto le niega la posibilidad de cometer errores.
La situación de Roboán es muy diferente. Roboán emprende su partida como hijo de rey, por lo tanto su linaje nunca es puesto en duda porque ya ha sido legitimado por su padre. Gracias a su origen nunca debe sufrir humillaciones y, en este punto, podemos considerar a Roboán como el personaje que mejor se ajusta a las características propias de un caballero: cuenta con un linaje noble, ha sido educado por su padre, y sus enseñanzas serán puestas en práctica durante su aventura. Al contrario de Zifar, Roboán no tiene otro motivo para emprender su partida que el de obtener honra y fama, y esta posibilidad se la facilita una situación de caballero desocupado, puesto que, como hijo segundo, es su hermano Garfín el heredero del trono. En Roboán percibimos más claramente las virtudes del ideal de caballería, o, dicho de otro modo, los valores propios de la clase nobiliaria. No sólo la pobreza no es motivo de su partida sino que, al contrario, Roboán se lanza a la aventura portando un gran haber que le había sido suministrado por su padre:
“¿E pues cómo salió de allá este infante –dixo el rey- e dexó tan buena tierra e se vino a esta tierra estraña?” “Señor –dixo el cavallero Amigo-, non salió de su tierra por ninguna mengua que oviese, mas por provar las cosas del mundo e por ganar prez de cavalería. “¿E con qué se mantiene –dixo el rey- en esta tierra?” Dixo el cavallero Amigo: “Señor, con el tesoro muy grande que le dio su padre, que fueron ciento azémilas cargadas de oro e de plata, e trezientos cavalleros de muy buena cavallería muy bien guisados”
Vemos entonces que la desocupación de Roboán en tanto hijo segundo carente de cargos es el motivo esencial de su partida. Esta situación lo estimula para emprender la gran acción individual que, según García Gual, consiste en el rasgo propio que distingue al héroe caballeresco del héroe épico:
“La acción del caballero no tiene, como la del héroe épico, un sentido político-nacional, sino una intención individual: pretende probar ante su dama y ante su público de la corte, y también ante sí mismo, su valor personal. La desocupación radical del caballero andante, que vagabundea en pos de la aventura y el amor es característica de esta línea”. (García Gual, 1974)
Además de la desocupación y la riqueza, hay otra elemento que distingue a Roboán de su padre. La condición de soltero de Roboán abre un espacio en el relato para el amor, aunque, como es propio de las novelas de caballerías, no llegue a ocupar un lugar relevante. Sin embargo, vemos entre Roboán y Seringa una serie de promesas y palabras que serán más tarde constitutivas del discurso cortesano. Al respecto, García Gual considera la temática del amor como un rasgo propio de la novela en contraposición con la épica. En este sentido, el amor es una posibilidad del héroe caballeresco quien, al contrario del héroe épico, no emprende una aventura de sentido político-social sino que se guía por una intencionalidad individual. Cito:
“También su aventura guerrera, como el amor, es en cierto modo un asunto privado, personal. La victoria le aguarda porque es el elegido. Mientras que el héroe épico sellaba con la muerte su carrera, al protagonista de una novela de caballerías le aguarda un final feliz, convención del género”. (García Gual, 1974)
Al contrario de Roboán, a Zifar jamás lo conocemos soltero, sino que su matrimonio determina su situación en todo momento, y el casamiento con la hija del rey de Mentón es una circunstancia política de la cual Zifar siente culpa y procura redimir el pecado pidiéndole la castidad a su esposa. Distinto el caso de Roboán quién, en tanto emperador de Triguiada, y pudiendo elegir entre otras esposas, no tiene otro motivo para mandar a buscar a Seringa al reino de Pandulfa que el amor que había entre ellos, tal como se lo describe desde la mirada del conde Rubén:
E el conde Rubén, tío e vasallo de la infante, que estava allí con ellos, paró mientes a las palabras que la infante dixiera al infante Roboán, e de cómo se le demudó la color que le non pudo dar respuesta, e entendio que amor creçía entre ellos.
Vayamos ahora a la diferencia fundamental entre Zifar y Roboán según el criterio expuesto en este trabajo: Zifar es un maestro y Roboán es un discípulo. En los Castigos del rey de Mentón, la tercera parte del libro, asistimos a la enseñanza dada por Zifar a sus hijos acerca de la conducta a seguir en la vida en general, y al modo de hacer un buen gobierno en particular. Entre todas las enseñanzas de Zifar tiene un lugar destacado el valor del buen consejo, lo cual es una constante de la obra y aparece como la causa de los más grandes males. Así, una vez que Roboán captura al rey de Safira y al conde Farán, y ya enterado que todo el daño sufrido fue por el mal consejo que dio Farán a los reyes, manda decapitar al conde aduciendo que esa es la pena correspondiente a los malos consejeros. En efecto, Roboán había aprendido de su padre el valor del consejo y la necesidad de saber quién es digno de darlos:
E quando consejo quisierdes aver de otros, primeramente devedes pensar a quién lo demandades, ca non son todos omes para buen consejo dar.
Sin embargo, no siempre Roboán consigue aplicar esta enseñanza: dos son las veces que incurre en el error por hacer caso de malos consejeros. En una oportunidad escucha a los nobles que le piden preguntar al emperador de Triguiada por qué no ríe. En otra oportunidad se deja tentar por la codicia y pide a la emperatriz de las islas dotadas el alano, el azor y el caballo, por consejo del diablo personificado en una mujer hermosa. Sin embargo, ninguno de estos dos errores lo llevan a la desgracia sino que, por el contrario, no dejan de conducirlo hacia su destino de emperador. Por lo tanto vemos que a Roboán, al contrario de su padre, se le concede la posibilidad de equivocarse. Esta ventaja de Roboán podemos entenderla a la luz de su situación de discípulo sometido a un aprendizaje constante, el contrario del maestro Zifar quien ya posee la sabiduría de manera acabada y nunca comete equivocaciones.
La trama del texto nos ayuda a comprender esta lectura de Roboán como un caballero en proceso de aprendizaje. Por ejemplo, advertimos que, antes de emprender un hecho culminante, Roboán cuenta con una experiencia previa que le sirve a modo de ensayo o entrenamiento. Podemos considerar dos ejemplos centrales. El primero consiste en la batalla contra el conde de Nasón y el segundo en la posición de emperador en el episodio maravilloso de las ínsulas dotadas: lo primero le sirve como ensayo para otras batallas que emprenderá de manera individual, por ejemplo, la defensa de Pandulfa contra el rey de Guimalet; lo segundo le sirve como ensayo para luego desenvolverse como emperador de Triguiada.
En cuanto al enfrentamiento contra el conde de Nasón, se trata de una lid que concierne al reinado de su padre, y los infantes se lanzan a esta empresa plenamente acompañados por sus mayores, por lo cual puede considerarse este hecho como una experiencia de enseñanza. Roboán y su hermanos son guiados por las figuras de autoridad tales como el Caballero Amigo y el rey Zifar, y actúan bajo la tutela de los mismos. Además de la habilidad guerrera, este hecho sirve para que el infante aprenda el modo de comportarse ante una sublevación, tal como la que deberá afrontar más tarde Roboán contra el conde Farán, mencionado anteriormente.
En el caso del episodio de las islas dotadas, Roboán tiene la posibilidad de ser emperador, casarse con la emperatriz Nobleza y tener un hijo: Fortunado. A causa del error que comete al dejarse tentar por la codicia pierde el imperio, pero este hecho le habrá servido para luego adquirir nuevamente el título de emperador en Triguida, casarse nuevamente, esta vez con Seringa, y tener otro hijo: Hijo de Bendición. Nuevamente, vemos dos episodios paralelos siendo el segundo un hecho consumado de carácter definitivo y el primero una experiencia que sirve a modo de prueba para el aprendizaje.
Por lo tanto considero a modo de conclusión que la posibilidad que tiene Roboán de equivocarse se debe a que, al contrario de Zifar, un maestro, más cercano a un caballero santo cuya conducta errática se nos presenta inadmisible, vemos en Roboán a un discípulo, un caballero más humano y, por ende, sometido a un proceso de aprendizaje constante. Al contrario del maestro, cuya sabiduría se da por sentada desde un comienzo, nos encontramos con el discípulo en una adquisición progresiva de la sabiduría, con la posibilidad de ensayar antes de emprender un hecho definitivo. Es decir, con la posibilidad de cometer un error para luego comprender mejor la lección por medio de la experiencia y, de este modo, consumar la perfección tras una pautada experiencia de aprendizaje.
Bibliografía
Libro del caballero Zifar, Gonzales Muela, Joaquín, Ed., Madrid, Castalia, 1982.
Estoria de un cavallero Plácidas que fue después cristiano e ovo nonbre Eustacio. Material de la cátedra.
ORDUNA, Germán, “Las redacciones del Libro del cavallero Zifar”, en Studia in Honorem prof. M. De Riquer, Barcelona, Quaderns Crema, IV, a991, 283-299.
GUAL, Carlos García, en Primeras novelas europeas, Madrid, Istmo, 1974, 58-69.
CONTRERAS, Martín, “El Caballero Zifar en busca del linaje”, en Actas del IV Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Lisboa, Cosmos, 1993, II, 155-159.
VELASCO, Jesús Rodriguez, “Zifar en la edad de la virtud”, La Corónica, 27.9, 1999, 167-185.
[1] Cabe destacar que quién se encargó de legitimar el matrimonio y la descendencia de Sancho IV con su tía Doña María de Molina fue Bonifacio VIII, quien aparece encabezando el prólogo del LCZ. Al respecto, Germán Orduna defiende que este prólogo, aparentemente inadecuado para un libro de caballerías, no es un elemento añadido al texto, y que la historia funciona como un gran “enxemplo” de los ideales allí expuestos. (Orduna, Germán, 1991). La exactitud histórica del prólogo junto a los nombres y hechos que se presentan sirve de prueba para sostener la implicancia de este texto en los conflictos políticos de su tiempo.
[2] Todas las citas del LCZ son extraídas de la edición indicada en la bibliografía.
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