jueves, 6 de diciembre de 2007

Cultura y Naturaleza en los Versos Sencillos de José Martí



La poesía canta la melena zorrillesca y cuelga del árbol
glorioso el chaleco colorado.
José Martí


En Versos Sencillos de José Martí hay dos campos semánticos que responden a la serie Cultura y a la serie Naturaleza. En este trabajo se analizará la relación entre ambos y se dará cuenta del sustrato ideológico según el cual la poesía martiana define, sobre la base de ambos campos, una concepción del sujeto americano y una concepción de la poesía que debe producir este sujeto.
Antes de entrar en la problemática Cultura-Naturaleza en Versos Sencillos, conviene detenerse particularmente en la especial presencia de ésta última.
Los Versos Sencillos, escritos en las montañas Catskill de New York, se apropian del campo semántico de la naturaleza siendo éste un mecanismo productivo del texto tanto formal como temático. La presencia del monte, palabra que aparece no menos de diez veces, se erige como un eje que simboliza tanto al verso como al poeta. El poeta es monte, y hacia el monte corre el verso buscando refugio en tanto el poemario se desarrolla en un espacio vegetal (palma, álamo, laurel, abedul, madreselva, robledales, retoño, tronco, ceibo) en el cual proliferan las flores (jazmín, lirio, rosa, alelí, clavel), junto a los pájaros, insectos y animales (abeja, gamo, mariposa, víbora, águila, paloma, cuervo, canario, búho, alacrán, gusano, lechuza, leopardo); todo lo cual se manifiesta ante la presencia del mar y los peces, el cielo, las nubes, la montaña, el murmullo del arrollo, lagos mudos y helados, la luna, la primavera, una belleza que llueve desde la noche oscura, la tierra amarilla que baña el Ebro y el bosque eterno al romper el sol.
No es casual que el verso de los Versos Sencillos se simbolice en la figura del ciervo herido que busca el amparo del monte: tal como afirma en el prólogo el poeta, el libro le nace del dolor y de la angustia luego de que el médico le recomiende irse al monte a modo de antídoto para sus penurias. El motivo del dolor y de la angustia que el autor de los Versos Sencillos alude en el prólogo se debe a la Conferencia Internacional de Washington, realizada entre Octubre de 1889 y Abril de 1890, con la participación de los Estados Unidos y las repúblicas de México, Centro y Sur de América, Haití, Santo Domingo y el imperio del Brasil. En este Congreso, mencionado en el primer párrafo del prólogo, Estados Unidos intentaría una estrategia de control sobre los países de América, período definido por Martí como “invierno de angustia”, aludiendo desde el comienzo a una estación de la naturaleza. Junto a estas referencias explícitas, la dedicatoria del poemario al mexicano Manuel Mercado (político) y al uruguayo Enrique Estrázulas (poeta), ponen de relieve la función política de la obra asociada a la dimensión poética.
Del análisis estructural de los Versos Sencillos se advierte que, al referido campo semántico de la Naturaleza, se le adjunta de modo paralelo el campo semántico de la Cultura. Estos dos campos recorren la totalidad del texto en forma paralela siendo la relación entre ambos una relación de oposición o de conflicto.
Si bien pueden rastrearse en el texto una serie significativa de oposiciones (falso/sincero, artificial/natural, deshonesto/honesto, impuro/puro), la oposición Naturaleza/Cultura puede considerarse fundamental en la medida en que permite una concepción de la literatura y del sujeto americano que Martí, asediado por el “águila temible” de los Estados Unidos, intenta definir tanto en Versos Sencillos como en Nuestra América.
En la redondilla inicial del poema II, se delimita el mundo de la Cultura y el mundo de la Naturaleza como dos posibles alternativas. La voz poética, en una actitud que será constante en todo el texto, toma partido por la naturaleza:

“Yo sé de Egipto y Nigricia,
y de Persia y Xenophonte;
y prefiero la caricia
del aire fresco del monte”.

La elección por lo natural frente a lo cultural es un eje de toda la obra. Otro ejemplo es el poema XVIII en donde Eva, prendiéndose el “diamante embustero”, elige “un relumbrante alfiler de pasta y similor” traído por un ave, y rechaza el alfiler de oro, producto del trabajo del hombre sobre la roca. La Naturaleza, al contrario de la Cultura, carece de todo artificio, y su virtud consiste en la sinceridad que se contrapone al embuste, cualidad propia de la serie de la Cultura. En el poema I, la voz poética, luego de asociar su carácter de “hombre sincero” a un espacio natural “de donde crece la palma”, manifiesta una actitud significativa:

“cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor”.

La muceta es una esclavina que, como señal de dignidad, visten licenciados, prelados, eclesiásticos y doctores. Despojarse de esta vestidura sugiere una condición de naturalidad y desnudez que se opone a la falsedad de la Cultura y de sus instituciones. La asociación de la sinceridad con la naturaleza es una concepción arraigada en el pensamiento martiano y en los Versos Sencillos. Otro ejemplo de tal asociación puede hallarse en el primer cuarteto del poema XXXIX:

“Cultivo una rosa blanca
en Julio como en Enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca”.

En los Versos Sencillos, tanto el hombre natural como el hombre sincero responden a un afán de despojamiento por parte de la artificiosidad de la cultura de occidente. Esta actitud es la misma que el autor conceptualiza en Nuestra América. En dicho texto, asumiendo una posición ideológica claramente antagónica a Sarmiento, José Martí sostiene que la batalla no se da entre la civilización y la barbarie sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El estudio directo de la naturaleza es lo que asegura el surgimiento de los “estadistas naturales” quienes se oponen a los tiranos, y es el desdeño por los elementos naturales el motivo del acceso de los tiranos al poder. Dice Martí en Nuestra América:

“Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país”.

Lo que se advierte en esta cita es que la oposición al campo de la Cultura en favor de la Naturaleza no responde a un desdeño gratuito de ciertos saberes y sí a una función ideológica determinada. En este sentido, no se trata de renegar de la cultura letrada, se trata de desprenderse de una tradición vieja que debe ser reemplazada por una nueva de carácter autónomo. La función de esta noción será la configuración de un nuevo sujeto americano cuya peculiar cultura esté más ligada a la naturaleza que a la tradición letrada de occidente. Así, contra los “letrados artificiales”, los Versos Sencillos prefiguran la elección por los “hombres naturales” y, a tal efecto, el poemario defiende una nueva concepción de la sabiduría que privilegia a la Naturaleza, dejando de lado todo aquello que comprenda la Cultura, incluso al libro mismo
[1]. Tal como afirma Schulman, ya en los Versos Libres hay una serie de poemas sobre la teoría poética cuyos conceptos enuncian la posición antiacadémica de Martí, posición involucrada con su defensa de la libertad y con las “formulaciones rugosas y naturales de la expresión artística” (Schulman, 1970:30). Asociando Naturaleza con sabiduría, dice el poema I:

“Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños,
y de sublimes dolores”.

Estos “mortales engaños”, contrapuestos a la sabiduría de la naturaleza, bien pueden entenderse como la cultura en todas sus formas, por ejemplo, la que atañe a la religión. En Versos Sencillos tenemos que la iglesia, ante la mirada del poeta, adquiere forma de búho (poema XXXII) y es desplazada por el monte. De este modo, esta voz poética fusionada de manera constante con la naturaleza halla su rima considerando a los robledales como las verdaderas catedrales (poema IV) al punto que, en el poema V, se dirige al “obispo ciego” y “viejo” de España con la siguiente exclamación:

“que venga, que venga luego
a mi templo, a la montaña!”

La oposición Naturaleza-Cultura no sólo desdeña el bagaje cultural de los libros y de la religión sino que se manifiesta en distintos órdenes, por ejemplo, la medicina y la comida. En la primera estrofa del poema XV, la voz poética desdeña al “médico amarillo” de una “mano cetrina” y “otra mano al bolsillo” en favor de una presencia de “mano muy blanca” y “otra mano al corazón” en tanto que, en la segunda estrofa, el desdeño se dirige hacia la cultura culinaria española, y el rechazo hacia “málaga” o “pajarete” (vinos finos de España) se complementa con el siguiente pedido a la repostera:
“que me tenga un beso listo
al entrar la primavera”.

Examinando la oposición Cultura-Naturaleza, Rama considera a la ideología como una fuerza estructurante de la obra (Rama, 1980:217). Si bien Martí elabora la estructura del poemario sobre la base de estas dos series antagónicas y paralelas, hay en la obra una “juntura” de lo incomunicado configuradora de sentido: ambas series se definen como heterogéneas, se decreta como lo propio de la realidad la diferencia, y el sujeto habita el enlace de la dicotomía. En esta oposición, la naturaleza aparece como significante y la cultura como significada. Rama examina el poema Dos milagros de Martí en comparación con el poema XIV de Versos Sencillos. La conclusión es que, en ambos poemas, el milagro se da en la serie de la Naturaleza debido a la alteración de las leyes: mientras que en la serie natural lo muerto da vida (un retoño), la serie cultural desarrolla solamente historias triviales (dar a un viejo una mano), que no alcanzan un sentido si no se les incorpora un significado sobrenatural. Según Rama, el “término universal” que proporciona la naturaleza en sus signos absolutos permite redimensionar la experiencia cumplida de manera íntegra, salvando la revalorización relativa que proporcionaría una consideración meramente social.
De este modo, Martí logra configurar en la voz poética de los Versos Sencillos un sujeto americano que, al optar por lo natural, se despoja del bagaje cultural europeo, considerado artificial, y nace de este sujeto una literatura rebelde a las tradiciones letradas que elige sus propios referentes entre los cuales cabe resaltar el caso especial de Emerson y Whitman. En sus crónicas, Martí escribe su valoración sobre ambos escritores y se perciben en sus observaciones elementos claramente considerados en la composición de los Versos Sencillos. En la crónica El poeta Walt Whitman, Martí califica a Whitman como “hombre natural” y, al mencionar la prohibición de su obra, exclama: “¿cómo no, si es un libro natural”. Esta prohibición de lo natural por parte de las leyes que observa Martí se corresponde a la oposición Naturaleza-Cultura llevada a la dimensión política: el Estado atenta contra una expresión literaria “natural” que, a su vez, atenta contra una cultura estatal. Martí valora en Whitman la concepción de la vida en armonía con la naturaleza, su visión de la naturaleza como la mejor de las religiones y, significativamente, su buen criterio al saber que “una salida de Sol le revela más que el mejor libro”. Así, escribiendo sobre Whitman, Martí define una concepción de la literatura que hará propia en los Versos Sencillos y que se resume en la crónica del siguiente modo:

“La literatura que, como espontáneo consejo y enseñanza de la naturaleza, promulgue la identidad en una paz superior de los dogmas y pasiones rurales que en el estado elemental de los pueblos los dividen y ensangrientan”.

Con la misma facilidad es posible hallar en los Versos Sencillos la influencia de Emerson. En su crónica sobre Emerson, Martí considera al escritor norteamericano como un sacerdote de la naturaleza quién entregó su levita de pastor a los crédulos, así como la voz poética de Versos Sencillos cuelga del árbol la muceta. La oposición Naturaleza-Cultura se contempla en la crónica martiniana sobre Emerson de una manera exhaustiva:

“Lo que le enseña la naturaleza le parece preferible a lo que le enseña el hombre. Para él un árbol sabe más que un libro; y una estrella enseña más que una universidad; y una hacienda es un evangelio; y un niño de la hacienda está más cerca de la verdad universal que un anticuario”.

Este “hombre natural” que Martí ve en Emerson se corresponde asimismo con la postura de éste último acerca del agotamiento de la cultura europea: Emerson comparte con Martí la idea de un nuevo hombre americano cuya visión de la vida, asociada a la naturaleza, debe partir de la independencia de la herencia europea. Martí valora en Emerson su capacidad de unir las cosas diversas, su capacidad de considerar como paso natural lo que para otros es un salto. A la luz de esta concepción armónica de la obra artística, Martí termina por concluir, de la mano de Emerson, en que “al arte no es más que la naturaleza creada por el hombre”. Esta concepción de la obra artística asociada a la naturaleza es propia de la composición poética de los Versos Sencillos: la armonía, la musicalidad, la integración de todas las partes en un todo. Esta integración armónica de todos los constituyentes determina la composición de este poemario cuyos versos, en el prólogo, son llamados “flores silvestres”. La variedad de los temas se coordinan estructuralmente por una actitud unificadora, y la integración de todos los órdenes, tanto las imágenes como los pensamientos, se realiza de una manera armónica que se corresponde al orden de la Naturaleza que el autor contrapone a la Cultura. Al respecto, Marruz destaca en los Versos Sencillos una idea esencial de la vida y del arte que se manifiesta en la armonía de todo lo creado y en la correspondencia armónica entre todos los órdenes de lo real (Marruz, 1981:255). El carácter armónico de la obra se resume en su carácter musical, tal como lo expresa la decimosexta estrofa del primer poema:

“Todo es hermoso y constante
todo es música y razón”


En conclusión, la elección por lo natural en oposición a lo cultural implica en los Versos Sencillos tanto una concepción particular del sujeto americano como una concepción particular de la obra artística emprendida por el mismo. No es de extrañar que el autor manifieste en la obra su deseo de salir del mundo por “la puerta natural” (poema XXII), dejando en su losa una ramo de flores y una bandera (poema XXV): naturaleza y nacionalidad cifradas ambas en una original obra poética americana que, despojada en la medida de lo posible de la cosmovisión cultural europea, pelea por una autonomía cultural y por una identidad propia en el contexto sociopolítico de la lucha por la independencia.














Bibliografía

Artaud, Antonin, Mensajes revolucionarios, México, Ed. Letras Vivas, 1982.


Marruz, Fina García, “Los versos de Martí”, en Temas martianos, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1981.


Martí, José, Vibra el aire y retumba, Buenos Aires, Losada, 1988.


Martí, José, Obras Completas, 13, En los Estados Unidos, La Habana, Ed. Nacional de Cuba, 1964.


Rama, ángel, “Indagación de la ideología en la poesía. (Los dísticos seriados en Versos sencillos)” en Rev. Iberoamericana, nº112-113, dic., 1980.


Schulman, Iván, José Luis Martí, Versos Libres, Barcelona, Labor, 1970.


Whitman, Walt, Hojas de Hierba, Barcelona, Ed. Planeta, 1999.



[1]Cuarenta años más tarde, Antonin Artaud viajaría a México con una intención similar: encontrar en América una nueva forma de la cultura, despojada de la herencia europea, y asociada a la naturaleza. La postura del poeta francés puede resumirse en una frase de José Martí en Nuestra América: “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana”. En el anfiteatro Bolívar de la Escuela Preparatoria Nacional, dice Artaud en una conferencia de febrero de 1936: “La cultura racionalista de Europa ha fallado, y yo he venido a la tierra de México a buscar las bases de una cultura mágica, que puede aún resurgir de las fuerzas del suelo indio”. Las semejanzas son significativas. En cuanto a la artificiosidad de la crítica martiana contra la cultura letrada, Artaud escribe en El Nacional, el 28 de mayo de 1936, que Europa “concibe a la cultura como un barniz, creyendo que está en los libros y confundiéndola con la instrucción”. En la misma publicación, el primero de agosto de 1936, Artaud escribe un elogio a favor de la cultura china en desmedro de la europea: la superioridad de la cultura y la civilización china se deben a que “han entendido hasta el infinito el dominio de la naturaleza”. Asimismo, en la crónica sobre Emerson, Martí se refiere a las lecturas orientales de aquél, especialmente la hindú, como un modo de acceder a una sabiduría diferente de la occidental.

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