jueves, 6 de diciembre de 2007

El extranjero y las imagenes




Según Barthes el estilo de Camus encarna el grado cero de la escritura y le da la espalda a la tradición estilística artesanal que había prevalecido desde Flaubert. Se trata de una simplicidad carente de adornos que deja poco lugar para el uso retórico u ornamental de las imágenes. Blanchot considera que la prosa de Camus no admite imágenes, sin embargo, Ullmann destaca la importancia de la imagen en El Extranjero al nivel del símbolo. Considera a Mersault como la encarnación literaria del concepto del absurdo, y el estilo de su monólogo en primera persona -frases cortas y desarticuladas, el pretérito indefinido- constituye la contrapartida estilística de la existencia absurda del personaje. Este estilo hace parecer imposible el uso de las imágenes, alguien como Mersault no se expresa con metáforas; de hecho, Ullmann da importancia a la pregunta de si estas imágenes, a pesaer del cuidado de Camus, contrastan abruptamente con la simplicidad del narrador. No obstante, las imágenes se suceden en los momentos culminantes de la novela, y se concentran en el efecto del sol. En la parte de la muerte del árabe hay más imágenes que en el resto de la novela. Ullmann advierte que desde el comienzo la novela se sirve de una serie de factores para poner de relieve al sol como un elemento fundamental. Un primer indicio de su sensibilidad es el daño que le produce la luz artificial: alguien prende la luz durante el velorio y Mersault queda cegado. En el cortejo, la descripción del sol monopoliza la escena. Lo mismo en la salida con Marie y Raymond, cuando el impacto del sol matinal golpea al personaje en la cara como una bofetada. En el momento culminante del crimen el sol aparece como una fuerza poderosa que domina la voluntad del criminal; Mersault afirma en el juicio, consciente de la ridiculez, que ha sido el sol la causa del delito. Luego de cometerse el crimen, la naturaleza de las sensaciones y del estado mental del protagonista solo pueden expresarse adecuadamente en términos metafóricos. Si no fuera por la tensión emocional del contexto, esas imágenes estarían fuera de lugar en el estilo parco del narrador. En la construcción del sol se pone de relieve una sensación de peso y de presión construyendo imágenes que personifican el calor y lo exponen como una fuerza hostil y destructiva: “todo aquel calor pesaba sobre mí y se oponía a mi avance”. La verdadera metáfora es la luz, y hay muchas imágenes –“resplandor rojo”- que pintan un efecto enceguecedor de la luz sobre Mersault. En la segunda parte el ánimo reflexivo y retrospectivo del condenado proporcionan un contexto adecuado para nuevas imágenes, la evocación de la vida desde la prisión es proclive a la poesía. Cuando, ante los intentos frustrados del capellán, comienza a entender el significado que tuvo para él la vida, esta toma de conciencia se refleja en el tono de sus imágenes, la maravillosa paz de un verano adormecido que lo penetraba como una marea. Pero indudablemente el sol es la imagen más importante de la novela y Barthes, en Los críticos de nuestro tiempo y Camus, considera El Extranjero como una novela solar. La importancia del sol, la experiencia tan profunda que alcanza en el cuerpo, hace posible una analogía entre Camus y la tragedia clásica de Racine: al igual que en Fedra, el sol se convierte en el destino del protagonista. Barthes destaca tres momentos claves de la novela que están dominados por la presencia del sol: el entierro de la madre, el crimen en la playa, y el juicio. En el caso del entierro el sol implica un enviscamiento de la materia, la cual se ablanda y se constituye la imagen de un medio pegajoso donde la materia ablandada se manifiesta en el sudor de los rostros y en el asfalto cuyo alquitrán estalla. En la escena de la playa el sol, al contrario, en lugar de licuarse se solidifica y transforma la materia en metal, el mar se hace espada y la arena acero. Mersault siente el reflejo del sol en la cuchilla como una hoja centelleante que lo alcanzara en la frente. Finalmente, el sol de la sala del juicio es un sol seco, el rayo vetusto del hipogeo, caverna subterránea donde se guardan los cadáveres.




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